jueves, 7 de febrero de 2013

Echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.


No encontramos en un cuadro donde la gente recibió a dos peregrinos desconocidos que iban a hablar de una buena nueva, el Reino de Dios y la conversión. Como nos lo narra la sagrada Escritura, en el nombre del Señor se curaban los enfermos y expulsaban demonios. Para esa gente debió ser una novedad inmensa. Sin embargo cuántos de ellos al oír que el Señor fue condenado a la crucifixión, seguramente se olvidaron de Él. Cuantos en el mundo recibimos de manera particular su misericordia y su divina providencia, sin embargo cuando se va nuestro problema nos olvidamos de Él.

Los Apóstoles inician la misión delante de Jesús, conscientes del trabajo y del poder conferido por el Señor, la tarea del ministerio del Señor. Nuestro Señor Jesús como buen educador después de enseñar pone tareas para que se practique la lección, para que se haga esencialmente practica, tarea que ha de cumplirse hasta el fin de los tiempos y llevada a cabo hasta los confines de la tierra.

Los detalles, de dos en dos, para que haya testigos de su obra en la tierra; que no lleven nada que sobre, para evitar la preocupación de lo que llevan y como lo llevan; que se alojen en una familia, como centro de irradiación de la fe. Todo esto vista y a comparación de hoy, todo se hace de manera distinta, con nuevas prácticas y formas, no tendría ningún reparo si el sentido y la centralidad ordenada por el Señor fuese la misma. Entendido a la luz del envío a todas las gentes (Mc. 16,15-18) de la que es como un anticipo y teniendo presente la predicación de Cristo (Mc. 1,14-15), de la que es un eco.
(Mc. 16,14-15: Por último, se apareció a los once cuando estaban a la mesa y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no creyeron a los que lo habían visto resucitado. Y les dijo: -Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura.”) (Mc. 1:14-15: Después de haber sido apresado Juan, vino Jesús a Galilea predicando el Evangelio de Dios, Mar 1:15 y diciendo: -El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está al llegar; convertíos y creed en el Evangelio.)

Cristo envía a los Doce a predicar, a curar todo tipo de enfermos y a preparar los caminos de la salvación definitiva. Ésta es la misión de la Iglesia, y también la de cada cristiano. Afirma el Concilio Vaticano II: «la vocación cristiana implica como tal la vocación al apostolado. Ningún miembro tiene una función pasiva. Por tanto, quien no se esforzara por el crecimiento del cuerpo sería, por ello mismo, inútil para toda la Iglesia como también para sí mismo» No elegimos nacer, no sabemos el día de la partida, pero si sabemos que hay una misión para cumplir. «Que el mundo, por la predicación de la Iglesia, escuchando pueda creer, creyendo pueda esperar, y esperando pueda amar» (san Agustín).


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