sábado, 2 de febrero de 2013

El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.


Dos ritos diferentes se juntan en esta visita al Templo. La madre debía purificarse después del alumbramiento, porque la pérdida de sangre la hacía impura (Lev 12,8). Y el niño, si era el primogénito, tenía que ser consagrado a Dios (Ex 13,1). Para María y José era vigente como integrantes del pueblo de Dios. Había predicho el profeta: "se ofreció, porque él mismo lo quiso" (Is 53,10). Como en efecto, se ofreció no porque necesitaba hacerlo, ni porque fuera sujeto de la Ley, sino porque él mismo lo quiso. Y sobre la cruz lo mismo, se ofrecerá no porque mereciera la muerte, ni porque sus enemigos tuvieran poder sobre él, sino porque él mismo lo quiso.

Simeón aparece como un hombre conducido por el Espíritu Santo. Y, por eso, sus palabras son especialmente reveladoras: Jesús es reconocido como el Mesías esperado «gloria de Israel», pero «luz y salvación» para todos los hombres. Sin embargo, su misión salvadora será «signo de contradicción» en el que algunos tropezarán: «La espada de dolor predicha a María anuncia otra oblación, perfecta y única, la de la Cruz que dará la salvación que Dios ha preparado “ante todos los pueblos”» (Catecismo 529). María compartiría los sufrimientos de Jesús y también sufriría por lo que él hace y que ella por mas que le haya entendido, como madre no le sería fácil superar.

Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz, según tu palabra: porque mis ojos han visto tu salvación, la que has preparado ante la faz de todos los pueblos”. Escuchando ayer la entrevista de “WRadio” a Margarita Osorio, madre de su hija Ana María, asesinada en USA, cruelmente. Ella denigraba de Dios, por la injusticia, y decía “El buen hijo tendrá larga vida” haciendo mención a (Sir.3,7). Como siempre fijamos la atención en un solo versículo de la sagrada Escritura, sin ver el contexto. Dios promete la vida, pero recodemos que no es la de este mundo, la verdadera vida es otra. Nuestro Señor Jesús dice: LC. 12:4) “A vosotros, amigos míos, os digo: no tengáis miedo a los que matan el cuerpo y después de esto no pueden hacer nada más”. Esta madre dolida no puede saber que designios tiene Dios para con sus hijos, quizá esta joven con su martirio y su comportamiento este ya en “larga vida”.

Así como voluntariamente el Señor se ofreció por nuestra salvación; Así también ofrezcámonos voluntariamente al Señor, para que él nos conceda la salvación para la vida. Pidamos a nuestra Madre celestial, la plena de gracia que cuando llegue el momento de ir a la casa del Padre, nos lleve en brazos como a Dios Niño, porque también somos niños hijos tuyos.


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