viernes, 31 de agosto de 2012

¡Aquí está el novio, salgan a recibirlo!


La Palabra de Dios nos ofrece las orientaciones para una vida realmente cristiana. La parábola de las “diez vírgenes”, nos habla de la fidelidad. Estas pocas palabras nos sitúan en un mundo tanto alegre como tenso en la espera. El esposo, es el momento en que el Dios hecho carne en Jesús nos introduce al mundo donde todo es verdad. El novio por llegar, lo que no debería extrañar a nadie; la esposa – entonces se descubrirá que son las almas sumergidas en su Iglesia. Dios espera de las almas fidelidad. “La voz de mi amado llama a la puerta: ¡Ábreme, hermana mía, amada mía, mi paloma, mi preciosa! Que mi cabeza está cubierta de rocío, y mis cabellos de la escarcha de la noche” (Cat.5,2).

Nuestro Señor Jesús se dirige a los creyentes de todos los tiempos para quienes, uno u otro día, la fidelidad y la perseverancia se hace pesada, entonces podremos tener una escusa diciendo: “Yo no tenía idea en lo que me comprometía”. Ahí está justamente la grandeza y el significado de la fidelidad y la perseverancia - entregar su mano a Dios es dar un salto en lo desconocido. Para luego recibir la recompensa de Dios quien nos hace luz para el mundo. La invitación que nos hace el Señor es a permanecer vigilantes, cuando el cuerpo duerme, es la naturaleza quien nos domina, nuestra voluntad se opaca. “Despertaos, como es justo, y dejad de pecar. Porque hay algunos que desconocen a Dios. Lo digo para vergüenza vuestra” (I Co.15, 34).

Vigilad, porque no sabéis el día ni la hora” Lo que califica es la fidelidad, permanecer y perseverar en las buenas obras para que iluminen. En cambio podemos ser reprobados por la impureza, la ira, la soberbia, “Caminad mientras tenéis la luz, para que las tinieblas no os sorprendan; porque el que camina en tinieblas no sabe adónde va” (Lc. 12,35).

Como integrantes de su Iglesia, su novia, no podemos esperar a un mañana para despertar —que quizá no vendrá— para encender la lámpara de nuestro amor para el Esposo. De manera que nuestra conversión se hace necesaria y razonable de minuto a minuto – sin auto justificaciones falsas. Para que al cerrarse la puerta no quedemos fuera y tengamos que oír: «En verdad os digo que no os conozco». La amistad con Dios se restablece en esta vida para que El nos saque de esta vasija de barro rota e imperfecta, no después.


No hay comentarios:

Publicar un comentario