La cátedra del Señor señala la actitud
que deberán tomar sus discípulos en el tiempo venidero. No será fácil para la
Iglesia incipiente enfrentar la posición radicalista de las instituciones judías
y fariseas. Les quiere impulsar a tomar
un destino paralelo guiados por sus Palabras. Como advertencia les muestra como
actúan los jefes del pueblo y las elites religiosas.
Vemos hoy como la oposición a la Iglesia
católica aun se centra en lo que tuvo que imponer Moisés para direccionar al
pueblo rescatado, con culturas contaminadas, con maneras diferentes de vida.
Pero esta oposición lo que hace es reafirmar nuestra fe en Cristo nuestro
Señor, de manera integral no de un versículo por acá y otro por allá. Sin
embargo el Señor nos advierte que no puede ser un seguimiento de palabras y de
obras exteriores solamente: debe ocurrir un cambio radical en obediencia y reconocimiento
en espíritu y en verdad donde se responda de una mejor manera a Dios en el
servicio a los demás, sin vanaglorias. “ustedes, cuando hayan hecho todo lo que les
ha sido mandado, digan: “Somos servidores no necesarios, hemos hecho lo que era
nuestro deber” (Lc. 17,10)
A manera de resumen el Señor ataca
nuestra soberbia, “Que el
mayor entre vosotros sea vuestro servidor. El que se ensalce será humillado, y
el que se humille será ensalzado” este defecto de la soberbia que la
persona humana por si sola no puede erradicar, le afecta de manera tan grave que
no le permite tener un comportamiento digno frente a la sociedad ni logra recibir
la gracia de Dios.
Solo cuando el hombre opte por la opción
de Dios, puede dejar la soberbia, el Espíritu santo lo dota de virtudes que lo
enaltecen. Por la altivez se baja y por la humildad se sube. Cuando la persona vive de corazón limpio,
conducta recta y buena intensión, su ser físico se abaja, el Señor le fortalece
el espíritu para levantarlo hasta el cielo. Como lograrlo? por la intercesión benigna de la santísima Virgen María, mediante la oración en dialogo sincero y permanente con Dios, El nos da la paciencia y la humildad
que vencen la soberbia y nos hace dignos de orar el Padre Nuestro, vivificando
cada una de sus partes, de esta manera nos volvemos aptos para vivir la divina
Voluntad de Dios.
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