sábado, 18 de agosto de 2012

No les impidáis que vengan conmigo, porque de los que son como ellos es el Reino de los Cielos.


Sin olvidar que somos hijos de Dios, el Señor da ejemplo de acogida a los niños, como queriéndonos decir que todo somos sus creaturas, que de Dios procede la vida y que por El tendremos vida. En primer lugar, la actitud del Señor contradice la costumbre del su pueblo que mientras los niños eran pequeños, estaban bajo la responsabilidad de la madre y no interesaban mucho a los papás. Y en segundo lugar los bendice; este solo gesto invalida muchas discusiones con respecto al bautismo de los niños y a la salvación de los niños no bautizados.

Dios es la fuente y el origen de todo; “En realidad no está lejos de cada uno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch.17,28) Es Dios quien nos participa de su amor y este amor se manifiesta en cada uno de acuerdo a su aceptación, de ahí que podremos amar mucho o poco, el gesto del Señor nos demuestra el inmenso amor que siente por sus pequeños, que somos todos los bautizados. “Lo que Él es y que no podemos ver ha pasado a ser visible gracias a la creación del universo, y por sus obras captamos algo de su eternidad, de su poder y de su divinidad” (Rm. 1, 20) _ (“¡Así amó Dios al mundo! Le dio al Hijo Único, para que quien cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Jn.3, 16)

Ahora bien, ¿nosotros si procuramos que los niños se acerquen al Señor? - ¿Programamos su bautismo que purifica, en sus primeros días de nacidos? - ¿Si reconocemos que el sacramento del bautismo como alimento de Dios es mas importante que el alimento materno proporcionado en sus primeros días de nacidos? - ¿Si nos hacemos acompañar de los niños los días de precepto para acudir a dar gracias a Dios y a cumplir el mandamiento del amor y la acción de agradecimiento en la Eucaristía? - ¿Si hacemos oración con ellos? - ¿Si los evangelizamos? - ¿En que estamos fallando?

Hay que reaccionar y optar una nueva visión frente a nuestro Padre Dios. Olvidarnos un poco de la ciencia, la tecnología y las culturas que nos separan para ser capaces de reconocer y agradecer los dones de Dios y sus palabras siempre nuevas con la sencillez de un niño.


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