martes, 21 de agosto de 2012

Amar a Dios sobre todas las cosas


Nuestro Señor Jesús se dirige a los que ya tienen «el ser y el tener», y les habla del desprendimiento como de una condición para experimentar la presencia de Dios ya en la vida presente. ¿Será necesario recordar cuánto han molestado estas palabras sobre el dinero a los mismos que tenían la misión de transmitirlas?

“Los que tienen los bienes” Jesús dice: “es imposible”, pero inmediatamente se dirige tanto al rico como a quien lo juzga recordando la distancia que separa al hombre pecador de la santidad de Dios, y afirmando que el amor infinito del Padre realiza lo imposible. Dios salva a los hombres, incluyendo a los ricos, pero quitándoles todas sus falsas seguridades. El interés por los bienes materiales son propios del astuto y esta manera ensucia el alma. Los bienes puros los posee el Creador. Dios hiso al hombre no por necesidad sino para tener en quien depositar sus bienes, sus dones, su amor.

Si bien es cierto que la riqueza deja a las puertas del Reino, no es tampoco haciendo mortificaciones o condenando a los ricos que entraremos nosotros. Sea cual fuere el valor de la verdadera pobreza, nuestra salvación es obra de Dios y sólo de él.

La riqueza entendida no por la cantidad de bienes que pose, sino por el empeño y entrega a lo mucho o poco que posea; cuando esa entrega, esa intención y ese tiempo debe ser para Dios y no para lo material. Observemos que hay personas que poseen muy pocos bienes, sin embargo viven aferrados al materialismo que los aleja de Dios. Todo tipo de codicia es idolatría. También es cierto que ha habido muchos que poseen cantidad de bienes y los ponen al servicio del prójimo y para las cosas de Dios en la tierra, con desprendimiento y buena intención. La intención, el origen y el destino de los bienes es lo que hace la diferencia. No es lo mismo ser dócil a la caridad y divertirse con el dinero viendo que hay muchas necesidades incluso en los mas cercanos. No es lo mismo pensar que por astucia y trabajo se a conseguido bienes y dejar de reconocer a quienes han sido aportantes para su logro.

La promesa del versículo 29 se verificará para cualquier discípulo, a los que se dispones a seguir al Señor, renunciando a todos los obstáculos... es un futuro feliz, es la abundancia de la vida, es la plenitud divina. encontrará amistades, compartirá riquezas con personas con las que nunca se habría topado, se le ampliarán los horizontes y la alegría. Las experiencias inesperadas se multiplicarán y también las persecuciones, a medida que se vaya desprendiendo de los lazos naturales, las seguridades y los pequeños ídolos. “Si te has decidido a servir al Señor, prepárate para la prueba” (Ecl.2,1)

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