lunes, 13 de agosto de 2012

Que llegue hasta ti mi súplica, Señor


Varias veces nuestro Señor Jesús anunció como seria su muerte. (cf.Mt 16,21; 17,12; 20,17) No podía verse como un accidente que pudiera contrarrestar sus proyectos. La deseó como el medio de dar gloria a su Padre y de reconciliar a los hombres (Jn 17). Jesús habla de sí mismo en tercera persona, el Hijo del Hombre, porque mira su propia suerte como desde fuera. Esta es la voluntad del Padre y él no se toma en cuenta a sí mismo. “pero al tercer día resucitará” y este misterio ha de someter a los discípulos a una prueba de fe muy dura, tanto que a las primeras noticias se resistían a creerlo, estaban abatidos y asustados. Ante nuestra incredulidad también debemos decir como Tomás le contestó: "Señor mío y Dios mío" (Juan 20,27-28). A través de esta experiencia directa interviene además con fuerza especial la gracia del mismo Jesucristo que ilumina la mente y transforma los corazones.

Los cobradores del “didracma”. Todos los judíos pagaban ese impuesto para el templo, que era igual para todos (Ex 30,13) y era de una doble dracma (nombre de una moneda griega) como doble tributo, impuestos se pagaban por partida doble: para las autoridades romanas y para las autoridades judías. y Pedro encontrará en la boca del pez un “statero” que vale cuatro dracmas. Según la Ley, se tenía que pagar por el pecado. “Los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizarlos, ve al lago, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás un statero. Cógelo y págales por mí y por ti». Jesús observa la ley, pero aprovecha la oportunidad para dar a entender quién es. Jesús no tiene dinero, pero eso ¿qué importa? El Señor es dueño de todas las criaturas, incluso de los peces.


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