miércoles, 22 de agosto de 2012

El Señor es mi pastor, nada me falta


Hagamos memoria de la santísima Virgen María, Madre celestial, Reina universal, corredentora y corresponsal.
A lo largo de la historia Dios llama a los diversos pueblos a trabajar en su viña. En primer lugar llamó a Abraham y le encargó, a él y a sus descendientes, su obra en el mundo. Más tarde, en tiempo de Moisés, mucha gente se juntó a su grupo para salir de Egipto, y lo mismo sucedió en los siglos siguientes. Los antiguos reivindican constantemente su derecho a ser tratados mejor que los demás, pero la viña no les ha sido encargada en forma exclusiva, o con privilegios especiales.

Nuestro Señor Jesús establece una comparación, no entre varios trabajadores, sino entre diversos grupos de trabajadores. Es esta una de las parábolas del Reino y cada grupo puede representar a un pueblo o a una clase social y, mientras unos recibieron la Palabra de Dios hace muchos siglos, otros recién están llegando a la fe. También la pudiéramos aplicar a las diferentes edades de cada individuo, que atiende el llamado a medida que avanza el tiempo.

Jesús quiso desconcertar y sacar de la mente la idea de que existan méritos que Dios debe premiar. A muchos les parecerá injusto que se dé lo mismo a todos, sin tomar en cuenta sus obras y sus sacrificios; conviene, entonces, mirar más de cerca la parábola. Uno de los mayores obstáculos a la revolución de Jesús es el espíritu de propiedad que se encuentra en todos los grupos, incluidos los religiosos. Quiere como recordarnos que sus seguidores somos siervos inútiles, que es solo por gracia como se hace el trabajo y se obtiene la paga concordante con la fidelidad a su llamado.

Los que se creen herederos con derechos no aceptan que los nuevos cambien las reglas del juego, con nuevos métodos, con otras maneras de ser trabajadores de la viña del Señor. Esta conservación no es nueva si recordamos la asonada que pretendían contra san Pablo, cuando ofrecía a los pueblos paganos una manera nueva para el seguimiento al Señor. (Hch. 22,22)

De manera actual, también, nos corresponde revisar si hemos atendido la invitación del dueño de la viña, o si hemos permanecido allí todo el día sin hacer nada. Con descuido dejándolo hasta la ultima hora, lo cual es una equivocación y un riego porque no se sabe si el dueño de la viña venga o exista el mañana, es un riego dejarlo para la ultima hora como lo hizo el ladrón que se “robo el cielo” (cf. (Lc 23,39s). Otro punto de vista que no debemos pasar desapercibido es la permanencia en el trabajo a realizar: cuanto amor hemos puesto para hacer, cual ha sido nuestra intensión, nuestra rectitud, nuestro interés, nuestro pensamiento y nuestra obra. ¿Si merecemos la paga de un denario? o cuanto he dejado de hacer por lo que me pagaran por hacer.


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