jueves, 1 de agosto de 2013

¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!


El final del capítulo 13 de san Mateo, nos habla también del final de nuestra vida terrena y es una ilustración que el Señor nos hace para entender lo que viene después de abandonar este mundo material, es una esperanza y también una exigencia, el poner en práctica todo lo que Jesús nos enseña. Si es que queremos ir al cielo a gozar de las promesas de Dios, a gozar de su presencia eterna, donde ya no hace falta nada más, entonces es primordial acoger la propuesta del Señor con decisión, con valentía, porque no es fácil, es necesaria la ayuda divina porque no podemos solo con nuestras propias capacidades. Si se tratara de una lucha entre personas optaríamos por estrategias inteligentes, por la fuerza o el poder; pero se trata de un combate espiritual, porque en esencia somos seres espirituales que ocupamos un cuerpo natural y por tal temporal.

Fijémonos en la parábola, la pesca es la acción del reino como oferta a todos, a semejanza del “trigo y la cizaña”; con un final donde seremos separados unos de otros, seleccionados por obra divina según nuestra conducta, actitud obediente, el ejercicio del amor y la aceptación de la voluntad de Dios. Para los que no optaron por la purificación, “Allí será el llanto y el rechinar de dientes” para muchos suena como una catequesis “terrorista”, pero el Señor quiere advertimos para que no seamos como las “vírgenes necias”. Otros pensaran que es una alegoría, pero no, aparte de muchas otras cosas, es muy real, tal cual. Dios se ha dignado revelarlo a ciertas personas, quienes han dado testimonio de ello.

Con nuestra buena aptitud para el reino divino, alentados por la esperanza y decididos a permanecer fieles a Jesús, entonces sernos parte de la buena pesca y seremos puestos en el lugar que Dios tiene preparado para cada uno, de lo contrario quedaran estos sitios vacantes para unos próximos y estas estancias serán colmadas así Dios tenga que sacar de las piedras, hijos de Abrahán. (cf.Mt.3, 9).

es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo” Jesús no se desliga del Antiguo Testamento y se hace presente con toda su doctrina, servicio y ejemplo para dar claridad a lo confuso. Lo antiguo trasmitido por hombres y lo nuevo trasmitido por el Unigénito de Dios se hace más claro para que todos lo veamos como una realidad y no como un sofisma. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí.” (Jn.14, 6). Por su inmenso amor Jesús quiere que seamos de su familia (Mt.12, 50) y para complementar leamos el capítulo 25 de san Mateo, desde el versículo 31 hasta el final.



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