viernes, 2 de agosto de 2013

“¿No es éste el hijo del carpintero?”


“se negaban a creer en él” se preguntaban de dónde le viene tanta sabiduría y el pode de hacer milagros. Es normal también para nosotros dudar de alguien que hemos conocido en nuestro medio y de un momento a otro se convierte y empieza a recibir la gracia de Dios, donde se manifiestan en esta persona cambios, incluso en su semblante. Nosotros queremos que todos sean como somos nosotros. En el caso de Jesús, no solo por lo que decía y hacia, sino también por su comportamiento de profeta y para quien es fácil que de ahí de una persona que se ha conocido desde pequeña puede llegar de momento a ser un profeta, es difícil que haya fe en estos casos: por tanto el Señor dice: ¿Por qué un profeta "sólo es despreciado en su patria y en su casa"? en definitiva como casi todo el pueblo de Israel no supo entender que quien estaba en medio de ellos era el Mesías.

"¿De dónde saca eso?" por condición humana pensamos que lo que es imposible para nosotros nadie de nuestro entorno lo puede hacer y en el fondo, soñamos con fenómenos extraordinarios. Necesitamos imaginar que los buenos son siempre los desconocidos, aquellos cuya vida concreta y limitada ignoramos y los idealizamos fácilmente, aunque sepamos de donde vienen no sabemos para donde van ni de sus intenciones. De ahí que el maligno al conocer nuestro comportamiento, no le convenga mostrarse ni definir las consecuencias del mal que general, del odio que irradia y de la desgracia que lo atormenta. En cambio Dios se ha definido como el amor, la vida, la paz, en fin todo lo bueno. Pero nosotros podemos caer en la tentación de relativizar sus propuestas de camino, la verdad y la vida.

Otro día hicieron presencia su Madre María y otros familiares y el Señor expresó: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?» Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de Dios es hermano mío y hermana y madre.» (Mc. 3, 33-35) La vida en la voluntad de Dios, supone un parentesco con nuestro Señor Jesús y tiene una connotación más estrecha que el parentesco natural de sangre; nuestro Señor Jesús quiere exaltar el Reino por encima de las características de la unión por la carne y la sangre de la familia terrena. Y en lo que respecta a la santísima Virgen, quien más que ella puede ser modelo de vida en la voluntad de Dios. Y por tanto descubrimos que para este fin es ella nuestra mejor intercesora para este fin.


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