martes, 6 de agosto de 2013

El Señor reina, altísimo sobre la tierra.


Hoy la Iglesia conmemora el misterio de la transfiguración de Jesús, en el monte Tabor. Tiene significados que aún no comprendemos por simple razonamiento. Pudiéramos decir algo sobre el porqué el Señor solo tomo a tres de sus discípulos. Porque quiso ir solo con tres a orar en ese monte. Porque debió acontece la transfiguración en la sima de un monte. Porque pide el Señor, silencio de lo que han contemplado. Y los sucesos entre los demás discípulos mientras este acontecimiento. Pidamos al Espíritu Santo que nos de su luz.

Los discípulos acompañantes, mientras suben, debe estar pasando por sus mentes aquellas palabras del Señor y quizás no llegan a comprender que significa cargar con la cruz o perder la vida para ganarla. En la cima del monte y de acuerdo a los acontecimientos los discípulos no acatan que decir o hacer, quedan maravillados y casi mudos, solo Pedro quiere interpretar la gloria vista, por tal se le da por decir «Maestro, qué bien se está aquí.» para nosotros hoy no es necesario pasar por esta experiencia para declarar que Jesús lejos de ser un impostor, sino el Mesías anunciado. Mientras los sucesos en la montaña, los demás discípulos pasaban por momentos de falta de fe.

Sobre la Transfiguración nos dice el Catecismo 555: Por un instante, Jesús muestra su gloria divina, confirmando así la confesión de Pedro. Muestra también que para "entrar en su gloria" (Lc 24, 26), es necesario pasar por la Cruz en Jerusalén. Moisés y Elías habían visto la gloria de Dios en la Montaña; la Ley y los profetas habían anunciado los sufrimientos del Mesías (cf. Lc 24, 27). La Pasión de Jesús es la voluntad por excelencia del Padre: el Hijo actúa como siervo de Dios (cf. Is 42, 1). La nube indica la presencia del Espíritu Santo: "Apareció toda la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el Espíritu en la nube luminosa" (Santo Tomás de Aquino, S.th. 3, q. 45, a. 4, ad 2)

Además de la figura de estos dos notarios del Reino, se escucha la voz divina "Este es mi Hijo amado" y que ordena “escuchadle”. Es decir hacer su voluntad, contemplar su persona, imitarlo, poner en práctica sus consejos, tomar nuestra cruz y seguirlo. ¡Cuánto tiene que hacer Dios para que le creamos! Sin embargo Dios sabe de nuestras limitaciones por nuestro pecado y nuestra compenetración con lo material, condición que nos impide inmiscuirnos en lo espiritual, en lo trascendente. Por tanto tiene que dejar ver su gloria, su amor y su poder, para que tengamos fe y por ella, reconocer los atributos del Dios creador de todo, dueño de todo, que sostiene toda su creación, el Dios amor inagotable que merece toda nuestra alabanza por lo que es y lo que hace nos sirve para creer y para convertirnos. Y es por acción del Espiritu Santo, de lo contrario queda en nuestra mente como una bonita historia.

El prefacio de la misa de hoy dice así: «Porque Cristo, Señor, habiendo anunciado su muerte a los discípulos, reveló su gloria en la montaña sagrada y, teniendo también la Ley y los profetas como testigos, les hizo comprender que la pasión es necesaria para llegar a la gloria de la resurrección».


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