viernes, 30 de agosto de 2013

Esto quiere el Dios de vosotros: una vida sagrada


La santa Palabra hoy nos dice sobre un “Novio” y “un banquete de bodas”. Por tanto ese novio debe haber sido conocido, debe haberse establecido una relación personal con él. Aún más, debe haber suscitado conversaciones, puntos de vista, aclaraciones, en fin un conocimiento mutuo. Y para el banquete de bodas ha de hacerse una serie de preparaciones previas. Debe haberse tomado ciertas consideraciones, en fin estar listos para ese momento. Esto en cuanto lo visible, pero también acontece en el interior de cada uno de los esponsales, una comunicación espiritual permanente movidos por el amor, que no puede ser una teoría ni meras intenciones.

Ahora bien, en cuanto a lo que quiere transmitirnos el Señor es que debemos tener un encuentro personal, para establecer una amistad duradera, para ello juega la fidelidad, la lealtad, la honestidad; y una relación espiritual permanente y sincera. Esta relación con Dios es una preparación, un discipulado que no puede ser sino mediante su doctrina; y para solución de dudas o aclaraciones, Dios lo hace por medio del dialogo personal. Todo esto con el propósito de que cuando llegue el día del banquete de bodas, podamos estar preparados para todas las circunstancias a fin de no ser sorprendidos con la lámpara apagada y la alcuza sin aceite. Sería una falsa seguridad pensar que todo lo tenemos asegurado por el hecho de llamarnos cristianos.

Tampoco interpretemos que el Señor es un ser lejano, que no sabe nada de nosotros. Al contrario por su poder y por su amor hace presencia en cada momento, nos habla a través de su Palabra, y que a cada instante él nos está interpelando para que asumamos con verdadera perseverancia el compromiso de ser sus invitados. Quiere que pertenezcamos al grupo de las “sensatas” con nuestras lámparas encendidas con la luz que ilumina el camino de todos los que buscan a Dios. Es una invitación extensiva a todos los bautizados, gratuita pero para ganarla se requiere de renuncias a las propuestas del mal y hacerse obediente y fiel a las propuestas del bien, a punta de esfuerzo y compromiso.


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