lunes, 26 de agosto de 2013

¡Ay de vosotros, guías ciegos!


Guiar hacia el mal no es guiar hacia la vida, sino a la muerte. Cundo se está en vida de pecado se tiende al mal, se aconseja lo malo, se guía a la perdición. Un ciego no puede guiar a otro ciego, los dos caerán al abismo. Pero más ciego es quien se deja guiar por quien lo quiere llevar al mal, puesto que en su conciencia hay una advertencia de antemano que le está diciendo que eso es malo. Es el alma que clama el bien y no desea el mal, pero la persona quiere hacer lo que el cuerpo le pide para complacer sentimientos, por vanaglorias, por soberbia. Ante esta opción dice el Señor “Hay de vosotros

Bien hemos sabido y experimentado que el Espíritu Santo que ha venido a nosotros desde el Bautismo y luego en la confirmación por una convicción profunda no solo palabras, como nos lo dice san Pablo. “Sabéis cuál fue nuestra actuación entre vosotros para vuestro bien. Vuestra fe en Dios había corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la acogida” la fe en Dios corría de boca en boca, pero ahora con el modernismo se corre de boca en coca es la idolatría, los apegos, las diferentes formas de cometer pecado, para causar injusticia, desorden y perdición. Así no se diga o se oculte somos dependientes de lo material, y relegamos las cosas de Dios. Como que esto le corresponde a otros no a mí, que otros cumplan el apostolado mientras yo me ocupo de lo mío, para mi bienestar y para sobresalir y hacerme visible por encima de los demás, lo que cuenta es mi fama.

No es suficiente saber muchas cosas, falta es saber la verdad y enseñarla con humildad, fidelidad y perseverancia. Nos falta la fe en Dios, nos falta hablar de Dios y nos falta hablarle a Dios de los nuestros; no guiamos a los nuestros, preferimos cualquier otra conversación, menos hablar de Dios a los nuestros. Hablamos de lo fortuito de lo efímero, pero ocultamos lo trascendente. «Guías — dice Jesús— ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello» (Mt 23,24). Hoy día se ven menos niños en los templos, hoy a la misa acuden más los viejos que los jóvenes. Parece no importar la necesidad del Dios que da la vida y que sostiene nuestra existencia todos los dias. «¡Mientras ensalzan su propia bravura, los soberbios envilecen la excelencia de la verdad!». Santo Tomás de Aquino.


No hay comentarios:

Publicar un comentario