martes, 27 de agosto de 2013

Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello.


Continuando con los ay´es o denuncias del Señor, antes contra los fariseos hoy contra nosotros los católicos. Nosotros que nos dejamos llevar por las culturas de nuestras sociedades olvidando principios básicos como la justicia, la verdad, la caridad, el orden, la honestidad; cuando nuestra actitud debe fundamentarse en el cumplimiento del mandamiento del amor. Hoy día cuando nosotros los católicos vivimos una doble postura dependiendo la situación en que nos encontremos en cada momento. Sin coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos.

Aunque hoy día haya personas que se distinguen por delicados detalles de la vida práctica, también las hay en el cumplimiento de normas, deparando una excelente imagen pública; quizás con una considerable tranquilidad de conciencia. Pero no obstante se puede estar manifestando una visión exterior como antifaz, quizás apoyada en la auto-justificación. Pero su interior y su relación con Dios, se pueden aislar en momentos por pensamientos, palabras obras u omisiones. Por ceguera espiritual, sin fe, que llevan a la omisión de la defensa de la justicia, la práctica de la caridad; con una vida entrecortada del mandamiento del amor. En algo fallamos, precisamente porque estamos en medio de este mundo difícil y contradictorio.

“limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno!”. Sería bueno preguntarnos, ¿Cómo es mi relación con Dios? ¿Qué espero de mí y de Dios? ¿Cómo está mi obediencia? ¿Soy consecuente con mi vida sacramental y lo que nos exige el Señor? ¿Qué hago para defensa de la dignidad humana y el cuidado del medio en que nos movemos? (…) y ¿Cómo es mi apostolado para que otros alcancen la debida conversión? No como una carga, no como norma imperante, sino por amor. Como nos dice san Pablo: “no para contentar a los hombres, sino a Dios, que aprueba nuestras intenciones.”

El santo Evangelio entre otras es producto de la misericordia de Dios, que nos lo ha dejado como escolaridad para nuestro progreso en lo importante y que nos lleva, también a, hacer lo cotidiano con mayor perfección. Es que nuestra vida en esta tierra es preparación para una definitiva y eterna y ante Dios no puede haber impurezas; la iglesia militante debe caminar con Cristo llevando cada uno su cruz que purifica, y con el Espíritu Santo que da vida, que corrige, instruye y guía.


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