Hoy la Iglesia conmemora la fiesta de san Bartolomé, Apóstol. Poco se sabe de Bartolomé. “Llevamos siglos identificándolo con Natanael, aunque sin certezas absolutas. Pero nos consta lo fundamental: su condición de discípulo (como nosotros), y de discípulo pecador, perdonado y coherente al final de su camino (ojalá también como nosotros). Pero esa falta de datos no le hace menos apóstol, ni menos relevante que Pedro, Santiago o Juan. Nuestra unidad -tan importante, querida por Dios y objeto de la oración de Jesús- se expresa en diversidad, en variedad de dones, sensibilidades, biografías. Se trata de otra lección que hemos de seguir aprendiendo.
Bartolomé, enséñanos a nacer de nuevo, a dejar que el Espíritu vaya haciendo su labor en nosotros. Fortalece nuestra fe; alienta nuestra coherencia en el amor. Ayúdanos a vivir intensamente unidos al tiempo que acogemos cada día con más gratitud los dones de cada uno”
Al narrar el encuentro de los primeros discípulos y Jesús se señalan varios de sus títulos: Rabbí (Maestro), Mesías (Cristo), Hijo de Dios, Rey de Israel, Hijo del Hombre. El conjunto de todos ellos manifiesta que Jesús es el Mesías prometido en el Antiguo Testamento y reconocido por la Iglesia.
El evangelista destaca cómo el encuentro de algunos discípulos con Jesús se produce por la mediación de quienes ya le siguen. Éste es el apostolado cristiano: «De eso se trata; de llevar a las almas a que se sitúen frente a Jesús y le pregunten: Domine, quid me vis facere?, Señor, ¿qué quieres que yo haga?» (S. Josemaría Escrivá, Hom 1. 149).
Una pregunta porque el Señor escogió a los que quiso? Tal vez no sea la palabra, creo más bien que el Señor conoce de antemano a quien va a llamar. Siendo así, entonces con razón nos ordena que seamos sencillos, sinceros, con rectitud de conciencia, con manos limpias y corazón puro.
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