jueves, 22 de agosto de 2013

Aquí tenéis a un verdadero israelita en quien no hay doblez.


Hoy la Iglesia conmemora la fiesta de san Bartolomé, Apóstol. Poco se sabe de Bartolomé. “Llevamos siglos identificándolo con Natanael, aunque sin certezas absolutas. Pero nos consta lo fundamental: su condición de discípulo (como nosotros), y de discípulo pecador, perdonado y coherente al final de su camino (ojalá también como nosotros). Pero esa falta de datos no le hace menos apóstol, ni menos relevante que Pedro, Santiago o Juan. Nuestra unidad -tan importante, querida por Dios y objeto de la oración de Jesús- se expresa en diversidad, en variedad de dones, sensibilidades, biografías. Se trata de otra lección que hemos de seguir aprendiendo.

Bartolomé, enséñanos a nacer de nuevo, a dejar que el Espíritu vaya haciendo su labor en nosotros. Fortalece nuestra fe; alienta nuestra coherencia en el amor. Ayúdanos a vivir intensamente unidos al tiempo que acogemos cada día con más gratitud los dones de cada uno”

Al narrar el encuentro de los primeros discípulos y Jesús se señalan varios de sus títulos: Rabbí (Maestro), Mesías (Cristo), Hijo de Dios, Rey de Israel, Hijo del Hombre. El conjunto de todos ellos manifiesta que Jesús es el Mesías prometido en el Antiguo Testamento y reconocido por la Iglesia.

El evangelista destaca cómo el encuentro de algunos discípulos con Jesús se produce por la mediación de quienes ya le siguen. Éste es el apostolado cristiano: «De eso se trata; de llevar a las almas a que se sitúen frente a Jesús y le pregunten: Domine, quid me vis facere?, Señor, ¿qué quieres que yo haga?» (S. Josemaría Escrivá, Hom 1. 149).

Una pregunta porque el Señor escogió a los que quiso? Tal vez no sea la palabra, creo más bien que el Señor conoce de antemano a quien va a llamar. Siendo así, entonces con razón nos ordena que seamos sencillos, sinceros, con rectitud de conciencia, con manos limpias y corazón puro.


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