sábado, 17 de agosto de 2013

Escoged hoy a quién queréis servir


Encontramos en la lectura del libro de Josué, por medio de la predica, la gran asamblea de Siquem; él quiere llevar a su pueblo al reconocimiento de Dios, a sellar un compromiso de seguimiento a Dios, un compromiso de conversión verdadera, a tirar lejos cualquier forma de idolatría. Con una decidida intensión obediente a Dios. Pero dando una mirada a la sociedad de hoy, el mundo entero necesita abandonar toda forma de idolatría y seguir al Dios de la vida, a la persona que nos puede llevar al Reino de Dios tan prometido. Tampoco es lejana esta actitud al pueblo católico, muchos son los que se ponen al servicio de la iglesia, pero esta actividad la asumen como una profesión civil, por un interés meramente personal, con medida y sin hacer algo más de lo que reciben por hacer, es verdad que el trabajador merece su salario, pero también el Señor dijo que lo que se recibe gratis hay que darlo gratis. Y al mirarlo en la práctica, la salvación no se compra, no la dan quienes están al servicio de la iglesia, la da es Dios; pero estas comunidades donde se vive tal condición, se notan marchitas y decaídas.

Los niños, en aquella época, eran marginados sin derechos hasta que llegaban a la mayoría de edad. De ellos es el Reino de Dios; y para entrar en él hay que hacerse como aquellos niños. De algún modo hay que marginarse de las corrientes de la sociedad, salirse de culturas, de sus idolatrías, de sus vanidades, de su soberbia. Es hacerse como niños, sentirse necesitado de lo espiritual, ya que esto no lo poseemos, no se consigue valiéndose del mundo, no se fabrica en el mundo, sino que procede de Dios.

Dejadlos, no impidáis a los niños acercarse a mí” en medio de su ingenuidad pero que el hecho es que su alma quiere y es llamada por Dios desde pequeños, estos quieren hacerlo pero su mayores pon pretextos se lo impedimos, influyendo así de esta manera sobre la "libertad” se les permite la convivencia social indiscriminada sin darse cuenta los malos ejemplos que puedan recibir, exponiéndolos al juego con la tentación. Y por el contrario, se les impide participar en algunos actos religiosos que ellos, en su conciencia infantil, desearían; no se les permite participación, ni se descubre en ellos vocaciones, virtudes u otras actitudes que permitan la orientación correcta para toda su vida.

El pasaje describe el cariño que Jesús siente por los niños (a los que se hacen como niños). Pero del suceso saca también una enseñanza: el Reino de los Cielos es de los que lo reciben como un niño, es decir, no como algo merecido sino como un don recibido de Dios Padre: «Ser pequeño exige creer como creen los niños, amar como aman los niños, abandonarse como se abandonan los niños... rezar como rezan los niños» (S. Josemaría Escrivá, Sto. Rosar. prolog.).


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