sábado, 22 de junio de 2013

No os agobiéis por el mañana


San Pablo dice: “No dudaré en gloriarme de mis flaquezas, a fin de que el poder de Cristo habite en mí... Por todo ello acepto de corazón por Cristo las flaquezas, los insultos, los ultrajes, las persecuciones y las situaciones angustiosas. Cuando soy débil... entonces soy fuerte”. Lejos del masoquismo en todo esto. No es el mal ni el sufrimiento lo que desea y tampoco lo rechaza. Se alegra de ser «fuerte», o sea en medio de la debilidad recibe la gracia de Dios para ser fuerte, de ser más fuerte que el mal, de ser capaz de dominarlo. “Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad” (2Co 12:9)

No es los ídolos a quienes debamos poner nuestra atención. Es en nuestro Dios creador de todo, dueño de todo. Ahí es donde el discípulo de Cristo debe poner su corazón con la aceptación de su Reino en nuestro espíritu, para que gobierne nuestra vida, para que nos guie en la justicia, en el amor y la caridad. Quien busca cumplir la voluntad divina, conforme a las palabras de Jesús recibirá todo lo demás por añadidura (cfr v. 33). «Con el ojo se significa la intención. El que quiere hacer una cosa, primero la pretende: así, si tu intención es lúcida -sencilla, transparente-, es decir, encaminada a Dios, todo tu cuerpo, o sea, todas tus acciones serán lúcidas, dirigidas sinceramente al bien» (S. Tomás de Aquino, Sup. Ev. Matt. in loc.).

Nuestro Señor Jesús nos exhorta a buscar el Reino de Dios, única preocupación por la fe; las demás cosas, como un bien, nos las concede Dios, como premio a nuestro esfuerzo y trabajo. De manera que no traduce en una supresión del dolor ni del trabajo. Es la aceptación a Dios en nuestro espíritu, una comunión, un discipulado para la vida.

El símil de los pájaros no habla sobre una inactividad. Porque vemos que los pajaritos también son activos, la diferencia consiste en que es una actividad serena y Dios colma sus pequeñas necesidades. Si bien lo hace con los animalitos cuanto más con el hombre a quien ama entrañablemente, y sabe de sus limitaciones; sólo Dios en todo tiempo y lugar colma la aspiración más íntima del hombre.

El creyente debe buscar con anhelo el “Reino de Dios” sin preocupaciones, sin inquietudes sino con fe que da seguridad de que “el que busca encuentra” puesto que el principio y el fin es Dios. Tampoco se trata de sentarse en una confianza pasiva, ni desprecio de las necesidades físicas, es ante todo, una búsqueda de lo esencial para el espíritu quien debe permanecer fortalecido para ganarle a las apetencias del cuerpo. Es una aceptación de la voluntad Divina, de trabajo sosegado para huirle al ocio. La confianza en Dios da al creyente una mayor actividad; porque se hace consciente de lo mucho por hacer, en este mundo tan engañado, agobiado y preocupado por lo material. Ante nuestras realidades el Señor Jesús nos dice reiteradamente: ("no estéis agobiados por la vida...; ¿quién de vosotros, a fuerza de agobiarse...?; ¿por qué os agobiáis...?; no andéis agobiados pensando...; no os agobiéis por el mañana"). Traduce en que nuestras luchas físicas y espirituales deben ser con la ayuda de Dios, quien nos habilita para hacer su voluntad.


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