lunes, 17 de junio de 2013

Les digo que no opongan resistencia al que les hace el mal


Nos dice san Pablo, “os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios” es el Señor que siempre viene a nuestro encuentro, para que rectifiquemos nuestro vivir, nos invita a que nos dejemos amar por Él, y de lo que nos da como don, podremos dar a los que nos rodean. Nadie puede dar de lo que no tiene. Pero esto implica sacrificios, desprendimiento, aceptación, fraternidad, igualdad, respeto y comprensión mutua.

En la antigüedad se vivió una violencia temeraria y para contrarrestarla se estableció la ley que en su tiempo tuvo una importancia para ponerle freno. la ley del Talión, “ojo por ojo y diente por diente” (Éx 21,3). Pero Jesús quiere dar claridad para ponerle fin a esa cadena de violencia; quiere enseñarnos a purificar nuestras pasiones a fin de que éstas no nos hagan vivir en el pecado; “Aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón, y sus almas encontrarán descanso” (Mt 11,29)

Pero no con esta conducta deba confundirse con actitud conformista, de omisión, llegando ser permisivos de la maldad y la injusticia. Al leer este pasaje muchos pueden decir también, como reacción, “hay que ser buenos pero no tontos”, para eso estamos listos porque medimos lo que podemos dar; más allá seria impropio en nuestro tiempo.

Nuestro Señor Jesús quiere cristianos trabajadores por la dignidad del hombre, por la justicia, por el amor. Tanto la resignación es indiferencia, como el activismo sin Dios lleva a la violencia y a la injusticia. El cristiano de hoy debe asomarse a ver las realidades de nuestro tiempo, para optar conductas que rompan las culturas del odio, la violencia y la venganza, que aunque cueste, es la manera como se impone la vida y se le podrá decir “no a la muerte”. Es por el camino de amor, el sendero seguro que une y el que acompaña el poder de Dios, lo demás puede conducirnos a la oscuridad y hacer eco a la dispersión y el pecado.

Estamos en una época en que todo aquel que tiene mas es a quien se favorece, es quien tiene derechos y  quien es escuchado; las leyes se acomodan en ese sentido, pero como hemos dicho,  no por ser ley, sea justa; no por tener, sea solidario con el más necesitado y viva el mandamiento del amor.


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