jueves, 27 de junio de 2013

El que me ama guarda mi Palabra y mi padre lo amará, y vendremos a él.


Nuestro Señor Jesús, nos señala las condiciones para entrar en el Reino de Dios, bajo la perspectiva del Juicio y la divina voluntad del Padre. Es difícil el camino, porque no es lo que nos propone el mundo. La mayor parte del tiempo, nuestros amigos y los medios nos hablan de cosas que precisamente son contrarias a lo que el Señor exige. Este camino resulta siendo costoso, no en dinero, sino en voluntad, obediencia, sacrificio y el hacer la voluntad de Dios. Es tarea de todos y por siempre, (Catecismo 1029): “En la gloria del cielo, los bienaventurados continúan cumpliendo con alegría la voluntad de Dios con relación a los demás hombres y a la creación entera. Ya reinan con Cristo; con Él "ellos reinarán por los siglos de los siglos" (Ap 22, 5; cf. Mt 25, 21.23).

Es verdad que quien se comprometa a seguir los caminos de la salvación, encuentre dificultades, apariencias, confusiones y aun mas cundo Dios nos prueba para afianzar nuestro carácter y voluntad; pero también, tendrá la protección y la fortaleza para salir airoso por el camino del desierto hasta llegar a la tierra prometida.

«No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial» puesto que Dios conoce nuestra intensión, el Señor quiere de nosotros, construcción espiritual responsable, conciencia recta, con una conducta coherente con nuestra misión encomendada, con fe, amor y centrados en Cristo, para recibir la gracia y poder hacer la voluntad de Dios. Permaneciendo y perseverando hasta el final. Que equivale a una construcción sobre roca firme para que cuando vengan las dificultades no demos pie atrás. Es decir frente a los tiempos en que estamos empezando a vivir en el error, por pérdida de la conciencia de pecado, el relativismo, el hedonismo, la pérdida de la fe, falta de compromiso y trabajo practico según el Proyecto de Dios. Por desidia o atenidos a nuestro conocimiento y capacidades pero dejando de lado la sabiduría providente.

Leemos y escuchamos a Jesús, pero no lo vivimos, por tanto no construimos. La construcción sobre la roca contiene la dimensión constructiva y la práctica; pero he aquí que estas fases están fallando. En muchos momentos recibimos formación equivoca, también podemos estar transmitiendo verdades y engaños, por ocultar cosas a conveniencia, por deficiente formación, desinformación y defectuosa preparación. Y por otro lado fallamos en el empleo del discernimiento divino para permanecer y trasmitir la verdad, centrada en lo espiritual no solo en lo filosófico. De manera que las cosas fueran diferentes si todos construimos sobre roca, la voluntad de Dios y no sobre nuestras arenas.


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