miércoles, 10 de julio de 2013

Vayan más bien a las ovejas descarriadas


En la primera lectura encontramos fragmentos de una historia muy bella, la viada de José. Este pasaje nos muestra que su actitud es de perdón y acogida. Nada de venganzas, ni reclamos y menos reparación por daños y perjuicios. Aunque tenía el poder y los visitantes no tenían ningún tipo de protección. Pero el perdón a su familia esta primero, por tanto no le invade ningún tipo de rencor. Pasa por encima de las leyes que lo amparaban para obrar. Ojala nos sirviera para meditar sobre nuestras leyes de hoy que aunque sean leyes, no por eso todas son buenas ni todas sirvan para edificar la justicia y la dignidad del hombre que lleve a la paz.

Y el pasaje del N/T. nuestro Señor Jesús, da recomendaciones concretas a los doce “Id y predicad: «El Reino de los Cielos está cerca”. Lo que se diferencia a lo reinos de este mundo y del reino del “príncipe de este mundo”. Para resaltar estas diferencias el Señor les da a sus discípulos la potestad para expulsar a los espíritus del mal y para curar todas las enfermedades y dolencias de los que acojan con fe el mensaje de la buena nueva. Este envió como cumplimiento de la misión del Hijo y del Espíritu Santo según la voluntad de Dios Padre. Para que “extendieran la Iglesia y estuvieran al servicio de ella como pastores bajo la dirección del Señor, todos los días hasta el fin del mundo” (C. Vat. II, Lum. gent. 19).

Se establece en forma muy clara la diferencia que hay entre curar enfermedades y dolencias, por desórdenes y constituciones. Y el hecho de expulsar espíritus a los que por vida de pecado y actos contra el primer mandamiento, los han permitido. El discípulo es llamado con nombre propio y tiene una vinculación personal con el Señor. Es una unión especial puesto que recibe el poder de hacer lo mismo que vino a hacer el Señor, liberar y sanar. Lo recibe de quien nos ama, nos sana, nos libera y nos protege. Por eso el discípulo comprometido tiene la responsabilidad de ser testigo, a imitación de “Jesucristo, el testigo fiel”; con sus actitudes, por amor y por cumplimiento de la voluntad del Padre, “que todos se salven y que nadie se pierda”.

Testimonio – lo más convincente en nuestro presente es la atención a las personas, como desarrollo integral del hombre. “Estas acciones, que contrastan profundamente con el egoísmo presente en el hombre, hacen surgir unas preguntas precisas que orientan hacia Dios y el Evangelio. Incluso el trabajar por la paz, la justicia, los derechos del hombre, la promoción humana, es un testimonio del Evangelio” (Juan P.II).



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