miércoles, 3 de julio de 2013

Señor mío y Dios mío


Hoy es la fiesta de Santo Tomás. Uno de los doce apóstoles de Jesús. Bendito y alabado sea Dios, que nos has dado el don de la fe, si al hombre, por el pecado le fue retirada la ciencia infusa, es decir la sabiduría divina; nos has predispuesto a la fe. Con ella se puede llegar a lo que llamamos imposibles y a la seguridad de lo inseguro. Ella por así decirlo es los ojos del alma, por esta visión sobrenatural vislumbramos más allá de lo natural. Sin ella nos perdemos de la bienaventuranza, “felices los que creen sin haber visto”. La fe se apoya en los signos, y los signos se comprenden solo con los ojos del alma. La fe se incrementa con la visión de los hechos sobrenaturales. Es decir es ver, reconocer y meditar las obras de Dios. Para el creyente en principio puede ser un entusiasmo, pero que luego va desapareciendo para dar cabida a la duda y a la confrontación, pero más tarde a medida del crecimiento espiritual se ve en forma real y que llena de luz su alma.

Santo Tomas, apóstol controvertido, figura de los que dudan, sus intervenciones nos indican que era un hombre pragmático, no cree fácilmente y todo lo cree a consecuencia de. A nosotros no pasa igual que a Tomas, o mejor peor. En casos le creemos con más facilidad a personas, que a Dios. Cuanta facilidad para creer en lo que vemos, pero cuanta dificultad para ver y entender lo sobrenatural; quizás se lo achacamos a lo fortuito, a la naturaleza o alucinaciones.

Esta actitud de Tomas, (llamado también Dídimo - apodado el mellizo), se repite en varios pasajes, “Vayamos también nosotros y muramos con él” (cf.Jn.11, 16), cuando en la última cena dice: “Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podremos saber el camino?” (Jn.14, 5). Y conforme al pasaje de hoy, cuando le cuentan el anuncio de la resurrección de Jesús, para él es inadmisible que Jesús se haya hecho presente, si él sabe que lo han metido en una sepultura, por lo tanto dice: "Si no veo en sus manos… y meto mi dedo en… y meto mi mano en su… no creeré"; sin embargo, ocho días después, Tomás ve a Jesús con los ojos mortales, reconoce que El Resucitado es el mismo que el crucificado. y el Señor le arranca de su interior la frase que nosotros repetimos en la consagración, al ver las especies, pero que con los ojos del alma sabemos que su sacrificio es real y presente, puesto que lo de Dios es un eterno presente: “Señor mío y Dios mío”… El Señor quiere enseñarnos como debe ser nuestra fe; que es cosa diferente a sentirnos buenas personas, por asistir a los diferentes actos de la iglesia.


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