lunes, 22 de julio de 2013

Mi alma está sedienta de ti, mi Dios


En los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, se relata que el grupo de mujeres discípulas fueron juntas al sepulcro la mañana del domingo. En cambio el evangelio según san Juan tiene la particularidad de nombrar solamente a María Magdalena. San Agustín lo explica de esta manera: "Según relata Juan, fue María Magdalena, sin duda en compañía de otras mujeres que habían servido al Señor, mucho más ferviente por su amor, hasta el punto de que Juan la menciona solo a ella, silenciando a las que fueron con ella, como atestiguan los otros" (Concordancia de los evangelios, III, 69).

Hoy celebra la iglesia la conmemoración de santa María Magdalena, (la apóstol de los apóstoles) Toda la Iglesia se complace con gozo y provecho desde nuestra fe. María quien no ahorro perfume sino que lo dio por amor al Señor; tal vez era lo de más valor y significativo que poseía, pero el Señor toma su alma que es lo más preciado para Él, por eso la santifica. La vida y el ejemplo de María de Magadala, pueden servirnos de ejemplo de vida, para muchos no convertidos y también para para quienes estamos en camino de conversión. Si muchos son nuestros pecados y si nos acogemos al Señor por amor, mucho se nos perdona. Por “salto de la fe” «se llega por lo que la Biblia llama conversión o arrepentimiento: sólo quien cambia la recibe» (Papa emérito Benedicto). Conforme a las escrituras este fue el primer paso de María. También ha de ser para cada uno de nosotros, como actos reiterados, perseverando en lo que lleva a la trascendencia.

Podemos rescatar algunas características de esta santa mujer, lo de mayor importancia, su amor a Dios, su fe a sabiendas de sus tantos pecados supo a quién acudir en pos de su perdón para alcanzar del Señor la liberación, la sanación y la protección. Es digno de admirar su servicio, como nos narra la sagrada escritura. Su valentía el ánimo para acompañar al Señor en el momento de su crucifixión, hasta donde le fue permitido y muy de mañana todavía casi oscuro fue a la tumba del Señor para embalsamar su sacratísimo cuerpo. «En la mañana de la Pascua (…), a María Magdalena que ve a Jesús, se le pide que lo contemple en su camino hacia el Padre, hasta llegar a la plena confesión: ‘He visto al Señor’ (Jn 20,18)» (Papa Francisco).


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