sábado, 13 de julio de 2013

Temed ante todo al que puede hacer perder alma y cuerpo en el infierno.


Enterradme con mis padres en la cueva del campo de Efrón” - en la caverna del campo de Makpelá, enfrente de Mambré, en el país de Canaán, la que compró Abraham como propiedad cementerio. Para esta familia nómada y exilada en Egipto, es la única propiedad que la familia posee en esa tierra que Dios prometió... un campo, cerca de Mambré, para enterrar sus difuntos. Porque la tierra prometida es el cielo.

Viendo que su padre había muerto, los hermanos de José se dijeron: «¿A ver si José nos guarda rencor y nos devuelve todo el daño que le hicimos?» pensaban que su perdón se debía a su anciano padre. Pero José quiere que comprendan lo esencial, la capacidad de soportarse entre sí, hasta el perdón recíproco. Al respecto nos dice el Señor: «Todo reino dividido contra sí mismo, perecerá» (Mt 12, 25) por tanto José dice: “No temáis. ¿Acaso estoy yo en lugar de Dios? El mal que vosotros pensasteis hacerme, Dios lo pensó para bien a fin de cumplir lo que hoy se realiza: Salvar la vida de un pueblo numeroso”. El perdón no es por razones humanas o sociológicas, su fuente está «en Dios». “Pero donde abundo el pecado, sobreabundo la gracia” (Rom.5, 20) también nos dice san Pablo: "No te dejes vencer por el mal, antes bien, vence el mal con el bien." (Rm 14, 21).

Al estar en la gracia por don divino, está la presencia y el poder de Dios.No (les) tengáis miedo. Son palabras del Señor, las cuales deben resonar en nuestros oídos. Jesús busca discípulos con capacidad de amar; humildes, pero no miedosos; sencillos, pero no apagados; mansos, pero no temerosos. Quiere discípulos movidos por el amor. No hay que temer a la calumnia que pretende opacar la verdad; pero esta se abrirá paso. “Temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo” el pecado lleva a la desgracia eterna.

No tengáis miedo“. Para hacer el bien, esta es la razón que animo a los discípulos a la audacia del anuncio. El bien en sus distintas manifestaciones, pero en especial el deseo de la salvación de todas las almas, el bien espiritual, el bien eterno. El discípulo de Jesús también puede correr con la misma experiencia de ser incomprendido, soportar las dificultades o la persecución. Fue el destino del Maestro y el discípulo no puede esperar mejor suerte. Observemos que la historia nos muestra cambios en las distintas manifestaciones de la humanidad; pero la oposición a la salvación de las almas, siempre ha tenido un autor con los mismos propósitos y en todos los tiempos y que se vale de lo que sea para tratar de impedir la acción apostólica, a este autor hay que llamarlo por su nombre: es el autor del engaño y la mentira, el “diablo” Lucifer. Pero el peso recae en nosotros al vivir en pecado o caer en pecado. El pecado nos aleja de Dios. Y cuando no está Dios, nuestra batalla fracasa, porque nuestras propias fuerzas son insuficientes.


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