martes, 2 de julio de 2013

Increpó a los vientos y al lago, y vino una gran calma


Dándonos cuenta que están sucediendo cosas que no pertenecen a la normalidad, porque no creemos y confiamos en el Señor? ¿Siendo Dios quien ha hecho lo visible y lo invisible, porque nos confiamos en Él? Todo es posible para Dios: “Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios. (Luc 18:27) a simple vista nos falta la fe; pero sobre todo, queremos confiar solo en nuestras fuerzas o conocimientos, por soberbia. Esta lacra del hombre corroe e impide la cercanía de Dios, nos impide ir a su encuentro, más bien huimos, nos sentimos desnudos y con deseos de refugiarnos en la oscuridad, para que no nos vean. Al tiempo que el mundo nos ofrece escapes, relativos; medios para distraer, pero que son pasajeros porque sin Dios no hallaremos la paz.

Nuestra vida pasa por calmas y tormentas. En las calmas, comemos y bebemos, nos bastamos solos y emprendedores, no necesitamos ayudas y se forma en nosotros una cultura individualista. Pero cuando sobrevienen las dificultades cuando se agita nuestro mar, pensamos que el Señor duerme y que tenemos que valernos por nuestras fuerzas. Es porque el hombre pretende ser dios sin Dios. Eso mismo le ocurrió a “Lucifer” quiso ser dios sin Dios; y eso quiere infundir en todas las almas, por carencia de Amor.

Como conclusión, por fe, por amor, confiando, debemos tener un encuentro personal con nuestro Señor Jesús. No solo por momentos, sino a lo largo de nuestra existencia, teniendo conciencia de su cercanía, pero por amor y con amor y Él bendecirá nuestra cotidianidad y calmara nuestro debatir en nuestro mar agitado; Él es la única barca de salvación, en la que cabemos todos y a la que debemos recurrir. Es la experiencia del Resucitado, que nos exige respuestas de la fe y fidelidad. El Señor prometió, si guardamos todo lo nos ha ordenado: “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mat 28:20)


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