lunes, 9 de julio de 2012

Perdona a tu pueblo, Señor


Llegamos a un momento cumbre con este doble episodio de la mujer de edad que es curada y de la joven resucitada. Es la divina providencia de Dios.

Un doble acto de fe, que no es la fe en un credo o la fidelidad a prácticas religiosas; es la certeza íntima de que se recibirá lo que otros no se atreven a pedir o que se obtendrá pasando por encima de las normas religiosas.

La mujer tiene hemorragias y por lo tanto es impura (Lev 15,19) y hace impuros a quienes la toquen; debía por tanto abstenerse de mezclarse con un grupo. Pero su fe la lleva a violar algo más sagrado todavía; los flecos del manto eran un recuerdo de Dios y de su ley, y tocarlos estando «impura» era un sacrilegio. Se atrevió sin embargo, y Jesús le dice: Tu fe te ha salvado.

Respecto al padre que había ido a pedir la curación de su hija, ciertamente habría renunciado si Jesús mismo no lo hubiera animado. Parece que ninguna religión haya pretendido resucitar los muertos, y tampoco la de la Biblia. Y si nadie lo pide, no es sólo porque se crea que es imposible sino porque se intuye que se transgrediría el límite fijado por Dios, dueño de la vida y de la muerte.

"La fe, es lo que hace que creamos desde el fondo del alma... todas las verdades que la religión nos enseña, es decir, el contenido de la Escritura Santa y todas enseñanzas del Evangelio; en fin, todo lo que nos es propuesto por la Iglesia. El justo verdaderamente vive de esta fe (Rm 1,17), porque reemplaza a la inmensa mayoría de los sentidos de la naturaleza. Transforma tanto todas las cosas que apenas los sentidos pueden servirle al alma; por ellos sólo percibe apariencias engañosas; la fe le muestra las realidades"


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