sábado, 14 de julio de 2012

Escucharé las palabras del Señor


Nuestro Señor Jesús, lo tildaron de endemoniado, hasta de glotón, de modo que si a El lo descalificaron y aun lo hacen que pueden esperar sus seguidores. También las corrientes religiosas, sociales y políticas, que hacían temer a sus discípulos, es hoy día motivo de preocupación; porque la oposición y la persecución a la iglesia de Cristo no para. También decía no teman, cuando invitaba a confiar en el poder de Dios y no sentir la seguridad en el dinero. Ahora añade: “Si ustedes no pueden abandonar sus temores, piensen dónde está la mayor amenaza, con Dios o con los hombres”. En verdad Dios no amenaza con “echarnos al infierno”; más bien nos advierte y recuerda que perderlo a Él es perdernos a nosotros mismos.

A la palabra alma, san Mateo da un sentido diferente del que tenía en la cultura hebrea, en la que se identificaba con la vida. El alma que no muere ni termina con la muerte. El Señor nos dice que debemos tener cuidado con los que pueden arruinar nuestra alma, los que pueden conducirnos a la condenación eterna, en primer lugar al maligno que se vale de la tentación y en segundo lugar a sus servidores. “9 Sé que sufres y eres pobre y, sin embargo, eres rico. Sé cómo te calumnian los que pretenden ser judíos y no lo son, pues su sinagoga es la de Satanás. 10 No tengas miedo por lo que vas a padecer. El diablo meterá a algunos de ustedes en la cárcel para ponerlos a prueba. Serán diez días de prueba. Permanece fiel hasta la muerte y te daré la corona de la vida.”(Ap.2, 9-10)

Al que se ponga de mi parte. Después de recalcar el poder soberano de su Padre, Jesús se eleva al mismo nivel: él decidirá nuestra suerte eterna. De tal manera que la fidelidad a Cristo Maestro es el máximo reconocimiento del que podemos gloriarnos: «Por todo aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos» (Mt 10,32).


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