miércoles, 11 de julio de 2012

¡El Reino de los Cielos está ahora cerca!


El corazón dividido del hombre, su actitud dividida del hombre ha causado estragos en si mismo y en su hábitat. Hoy con mayores motivos se desparrama la creatura, la ciencia y la tecnología sumada a muchas tendencias filosóficas y políticas lo apartan de Dios. Pero lo grave es que todo esto lo lleva a la destrucción, va por el camino amplio pero oscuro y en cualquier momento cae al abismo; se aparta del camino angosto y con obstáculos pero con luz, donde se camina con seguridad y protección, el camino dispuesto por Dios para tener vida eterna.

Nuestro Señor Jesús toma a doce, este número significa el pueblo escogido por Dios, su nuevo plan para salvar al mundo y después de la venida del Señor lo hizo extensivo para todos en el tiempo. ¡Y les dio poder! El poder que proviene de Dios no es el poder que da la fama, o el dinero, ni el tener, todo esto es efímero. Y cabria lo que san Pablo nos dice: “Lleven con ustedes todas las armas de Dios para que puedan resistir las maniobras del diablo. Pues no nos estamos enfrentando a fuerzas humanas, sino a los poderes y autoridades que dirigen este mundo y sus fuerzas oscuras, los espíritus y fuerzas malas” (Gl. 6, 11-12)

Nuestro Señor Jesús proyecta su Iglesia con sus testigos y para este fin les enseña, los forma en un vivir y convivir como modelo para el futuro de su comunidad santa, su Iglesia. Observamos que la misión de los discípulos del Señor no obra por criterios propios, tampoco con capacidades individuales; es motivo de darnos cuenta que es con el poder de Dios como se puede llegar a la salvación y para poder ayudar a otros a que también se salven.

También el Señor les da autoridad para sanar a los enfermos, hoy día le llamamos carismas, son regalos de Dios para el servicio de la comunidad. Se ofrece aquí un modelo para todas las ocasiones en que la Iglesia quiera volver a la fuente: es una comunidad reunida por Jesús y alrededor de él, donde los hombres reciben la Palabra de Dios y son liberados de la esclavitud del demonio y sanados de sus dolencias. Esta fuente esta viva pero si no se manifiesta hoy es porque estamos apagados no queremos ser “enviados” ni queremos llevar el “envío”; estamos sin fe madura, sin querer hacer el trabajo necesario para la salvación y sin la obra para que otros se salven, carecemos del ardor en el corazón por la decisión del sumo bien. Lejos de parecernos a Cristo el enviado por el Padre.


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