jueves, 19 de julio de 2012

La voluntad de Dios es santa


La humildad de Jesús nos revela la de Dios mismo que nunca trata de rebajarnos o intimidarnos, sino que por el contrario quiere elevarnos hacia él, quiere para nosotros dignidad como hijos suyos. Hoy como ayer el hombre carga sobre si muchas cargas e impone cargas, reflejadas por el apego, por las ambiciones y las sensaciones. Y el cumplimiento de estas exigencias mundanas sólo lleva a la angustia y la desesperación. La propuesta de nuestro Señor Jesús implica en este contexto una exigencia altísima, pero también una la liberación y la tranquilidad. (Jer 31,25; Os 10,11; Pro 3,17)

Se asemejan: (1) Aprendan de mí porque soy paciente y humilde de corazón. (2) Sean mis discípulos porque yo soy un buen maestro. Aprendan de mí: Jesús se pone como ejemplo.
Vengan a mí. No les quitaré la carga, sino que, al imponerles mi yugo, les daré el medio de llevar su carga. La obediencia a Dios, la practica de las virtudes, los valores del respeto y la humildad no sólo son un modo de relacionarse mejor con los demás, sino que se convierten en un camino de liberación humana. Es preciso redescubrir en cada uno de nosotros el significado de la propuesta primordial de amor a Dios, al prójimo, a nosotros mismos y el buen cuidado y administración de nuestro entorno. Solo en Dios esta la verdad, la autentica autoridad y el poder. (Jer 6,16; 1Jn 5,3)

Nuestro Señor Jesús nos dijo que fuéramos pacientes y humildes de corazón, pero también nos enseño y nos dio ejemplo de oración. Para un católico no puede ser una dificultad o una carga la oración en espíritu y en verdad; la humildad y la oración se desarrollan de oído, de mente y de boca que viven en silencio con Dios, porque en el silencio del alma es donde habla Él.

Benedicto XVI en una de sus Catequesis: «Dios tiene una voluntad con y para nosotros, y ésta debe convertirse en lo que queremos y somos. La esencia del cielo estriba en que se cumpla sin reservas la voluntad de Dios, o para ponerlo en otros términos, donde se cumple la voluntad de Dios hay cielo. Jesús mismo es “cielo” en el sentido más profundo y verdadero de la palabra, en Él en quien y a través de quien se cumple totalmente la voluntad de Dios. Nuestra voluntad nos aleja de la voluntad de Dios y nos vuelve mera “tierra”. Pero Él nos acepta, nos atrae hacia Sí y, en comunión con Él, aprendemos la voluntad de Dios».


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