viernes, 13 de julio de 2012

Dichoso el que es fiel a la enseñanza del Señor


Los testigos de Jesús serán perseguidos. Nuestro Señor Jesús llevó a cabo su misión en circunstancias difíciles, y nunca le faltaron las amenazas, incluso antes de los grandes enfrentamientos en Jerusalén.

Dar testimonio. En griego “testigo” se dice mártir. A menudo sabemos de mártires y los habrá en el futuro. Hoy en día los cristianos son perseguidos en muchos países sin que la prensa, sometida a grupos de inmenso poder político y económico, hable de ello. Hay que recordar que ser mártir es una gracia y que no se concede a todos. Frente a los estados de violencia, de corrupción y de tergiversación, preferimos someternos y acomodarnos. Pero lo que si nos pide el Señor es que al menos demos testimonio de vida como verdaderos cristianos, con prudencia, sencillez y sin miedo, para que la evangelización avance, aunque tengamos que ir a otro lugar, no faltara donde poder trabajar por la salvación de las almas, hasta la venida del Señor. Y para esta acción y cualquier tipo de defensa seremos dirigidos por el Espíritu Santo.

¡Cuídense de los hombres! tener cuidado según la prudencia; tampoco debemos olvidar que el mayor enemigo somos nosotros mismos cuando nos dejamos dominar del mundo, el demonio y la carne. Este tipo de batalla la debemos librar con la ayuda del Espíritu Santo; es además la mas difícil, puesto que de la persecución podremos escapar yendo a otro lugar , mientras que esta la llevaremos donde vayamos. La lucha espiritual no es contra personas sino contra los espíritus del mal dirigidos por satanás, que se ponen a todo lo que es considerado divino y sagrado.

Para resistir y perseverar hasta el final. Jesús nos prometió: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20); pero no ha prometido a los suyos un camino fácil, por el contrario, les dijo: «Seréis odiados de todos por causa de mi nombre» (Mt 10,22). Esto por consecuencia del pecado, la desobediencia a Dios; la cual nos hace esclavos del mundo y servidores del enemigo. La batalla ha de ser por pertenecer del todo a Jesucristo y su Iglesia, verdadera patria espiritual, que está aquí en la tierra y que traspasa la barrera del espacio y del tiempo para llevarnos a la tierra prometida, a la patria definitiva del cielo.


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