lunes, 23 de julio de 2012

Al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios


Jesús no hizo milagros aquel día porque aquellos versados en la religión le pedían cuentas en vez de escucharlo. El Señor escucha a quien cumple sus mandatos, a quien le ama y a quien ama al prójimo; pero no escucha la oración del desobediente.

Adúltera: es un modismo de la Biblia para decir: infiel a su Dios. Son los que, después de haber hecho una alianza con Dios, lo abandonan para darse a otros amos. Muy pocos judíos tenían entonces dioses extranjeros, pero igual que nosotros, fácilmente nos disponemos a la esclavitud de lo que no es Dios. Ya nuestro Señor Jesús había realizado suficiente para demostrar que era el Mesías, el enviado del Padre y que era Dios en la persona del Hijo; no es mas ciego que quien no quiere ver.

No se les darán las señales imponentes que se esperaban para el tiempo del Mesías. El Hijo del Hombre es el que pasará a ser una señal, para Israel primero, y también para todas las naciones- (Lc 2,32-34), igual que Jonás fue señal para los paganos de Nínive. Todos deberán reconocer la mano de Dios en su persona, en su predicación, en su rechazo y en su resurrección. El Señor en actitud profética les va a demostrar con su resurrección que es quien vence la muerte eterna, la verdadera muerte; que es quien nos va a sellar con su propia sangre la nueva y definitiva alianza con nuestro Creador.

“Porque así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, de igual manera el Hijo del Hombre será una señal para esta generación.” (Lc 11,30) «Si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya» (Rm 6, 3-5)

“Los ninivitas creyeron en la advertencia de Dios y ordenaron un ayuno, y se vistieron de saco desde el mayor al menor.” (Jonás 3,5.) La conversión de los ninivitas es prefiguración de nuestra conversión, pero esta es para nosotros, para toda la vida y de cada instante.

La reina del sur: (cf- 1Re 10.) Es una gran tentación para el Señor cuando su creatura le exige milagros a su manera, para sus antojos, para su complacencia pero no para creer y amar a Dios.


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