martes, 29 de abril de 2014

“Todos pensaban y sentían lo mismo”


En los Hechos encontramos una manera de agradar a Dios con la tenencia de los bienes materiales, donde se reconoce que todo es de Dios y que por su bondad y providencia todo ha sido puesto para el servicio del hombre. Una manera de compartir sin que haya ventajas y sin que hayan desposeídos. Dicho de otra manera todo estaba para beneficio comunitario.

En el Evangelio esta la continuación de de la lectura de ayer. El jefe del grupo de los fariseos ha decidido hacer esta visita por la inquietud de saber quién es Jesús, debido a los prodigios que realizaba. Es para nosotros hoy actual y valido tomar este tipo de decisiones, querer saber quién es nuestro Señor Jesús. Solo así es posible el encuentro con Dios; debido al respeto que tiene por nosotros, es verdad que lo mueve el amor a estar dispuesto, pero solo con nuestra decisión viene a ser morada en nosotros por que respeta nuestra libertad dona.

Jesús con la paciencia que lo caracteriza como Maestro, le da explicaciones sobre el bautismo, sobre la acción del Espíritu Santo, como actor que hace posible el advenimiento del reino, y porque sólo mediante su acción podemos entender las cosas de Dios, ser capacitados para apartarnos de las prácticas desagradables a Dios, apartarnos de las cosas contarías a su divina voluntad, como es el egoísmo, de la soberbia, de las ansias del tener, del poder y la fama o vanagloria; que son actitudes generadoras de opresión y muerte para nuestros hermanos. Complementa el Señor su lección con una explicación incomprensible e impracticable para nosotros, describe el verdadero sentido de la Cruz, como signo y medio de vida eterna.

Creo en mi nuevo nacimiento sin comprenderlo, y en mi fe guardo lo que escapa a mi comprensión. Sé que tengo el poder de renacer, pero no sé cómo esto se realiza. El Espíritu no tiene ningún límite; habla cuando quiere, y dice lo que él quiere y donde quiere. La razón de de su partida y de su venida permanecen desconocidas para mi, pero tengo la profunda convicción de su presencia.”(san Hilario. 315 -367)


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