lunes, 14 de abril de 2014

El Señor es mi luz y mi salvación.


Ayer con la celebración del Domingo de Ramos iniciamos la especial Semana "Santa”. Durante esta "semana" se conmemora el triduo sacro centro de nuestra fe cristina. Tal como lo rezamos en el Credo, confesamos que “creemos en Jesucristo que nació de Santa María la Virgen, murió (viernes santo), fue sepultado y resucitó al tercer día (domingo de resurrección). Con dimensiones muy diferentes al hecho de desempolvar un álbum de recuerdos y acontecimientos, sino que en la liturgia, por la fuerza del Espíritu Santo, experimentamos su realidad y su energía y su donación salvadora. Es una conmemoración viviente que se hace presente para los que estamos en esta iglesia peregrina, Dios se hace presente ayer hoy y siempre.

¡Por eso es necesaria la preparación, el reconocimiento, el examen interior, la confrontación intima y personal, el arrepentimiento, el deseo de pedir perdón con el propósito de la enmienda. De lo contrario caemos fácil en el juramento falso como le ocurrió a “Pedro” o la soberbia, la avaricia y el delito cometido por “Judas” No puede ser un simple recuerdo como muchos lo quieren hacer ver. Como la sociedad de consumo lo impreca, lo que muchos hacen ver una película. Tampoco es "semana" de pantaloneta, de playa, de paseo, de pecado.

De tal manera que implica para nosotros los católicos durante toda la “semana” un acercamiento y una receptividad dócil al Espíritu Santo, quien nos purifica hoy lunes el sentido del olfato, para oler el significado del perfume con que María ungió al Señor; en contraposición de los sentimientos de “Judas” que pretende exhibir una actitud calculadora y un aparente interés por los pobres, pero mas bien tenia el interés por el dinero – idolatraba al dinero, es el representante de la mayoría de la gente de hoy, que en vez de amar y adorar a Dios se desvela e idolatra el dinero, es el afán primario. Habría que examinar el para qué, a que lleva y que huele. Frente a los personajes del Evangelio reunidos en una cena familiar: María, lázaro y Jesús. Donde la casa se lleno de fragancia. Donde el amor toma valor supremo frente a los defectos y el pecado.


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