miércoles, 16 de abril de 2014

Salve, Rey nuestro, solamente Tú te has compadecido de nuestros errores.


Las lecturas de hoy nos incitan a reflexionar sobre la situación del Señor, a mirarle su sagrado rostro, en vísperas de los acontecimientos sacros, en medio de la tristeza, en medio de la traición. "Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro". Esta es la súplica que brota en este día cuando nos disponemos a vivir el triduo sacro. Mientras que millones de almas se ponen en camino hacia los lugares donde van a pasar estos días asumidos como vacaciones, donde acontecerán diferentes sucesos como manera de tranquilizar conciencias, diferentes a lo que verdaderamente nos invita la liturgia a mirar el rostro sacrificado de Jesús. Y a la vez el rostro sufriente de muchos desfavorecidos y alejados de Dios.

Ayer nos referíamos a la traición de Judas, como acto miserable, donde tuvo en cuenta solo sus interés personales e interés por el dinero; pero tampoco podemos dejar de pensar que paso con los demás: por miedo se esparcieron despavoridos, solo Pedro dándoselas de valiente sigue los acontecimientos, hasta tanto no se topa con el peligro de correr la misma suerte del Señor, por tanto lo niega y por eso debió llorar amargamente. Pero frete a esta situación podemos relacionar nuestra vida: existe mucho miedo a seguir al Señor, existe demasiado interés por lo material, y a Dios lo vendemos por un precio muy bajo y a escondidas, cuando creemos en nuestras propias capacidades, cuando creemos que Dios no tiene poder ni autoridad, cuando desconfiamos del su verdadero amor, su verdad y sus designios.

Negamos a Dios con mucha facilidad, cuando omitimos ser sus testigos estamos negado conocer al Señor, y con eso negamos también el sentido profundo de su existencia, de ser discípulos y apóstoles capaces de testimoniar la vida de Cristo, confesar que Jesús es el Hijo de Dios vivo. Faltamos a la honradez, negamos, también las esperanzas que Dios ha depositado al mundo, negamos nuestro pasado, nuestro futuro trascendente. Negamos el sentido de la venida de Dios en medio del hombre y su significado, se nos hace fácil manifestar con nuestro vivir, ¡no conozco a ese hombre!. Da tristeza la realidad del mundo en que vivimos; pero solo puede sacarnos de ese estado de oscuridad, suciedad, de mentira y negación, la conversión. “Amor con amor se Paga” debemos reconocer a las persona de la Santísima Trinidad, como también nuestra miseria, llorar nuestra culpara para retomar la cruz y seguir al Señor. Lo negro se percibe en contraste con lo blanco, la oscuridad con la luz, la suciedad con la limpieza, la mentira y engaño con la verdad, el pecado con la santidad.

El Señor nos dirá: “No temas; desde ahora serán hombres los que has de pescar” Misión, consigna de Dios, pero cuánto cuesta cumplirla. Pedro se demoro algún tiempo considerable para caer, pero un instante para levantarse al reconocer su falta. Lo mismo debe ser para nosotros porque Dios siempre está dispuesto a perdonarnos a recibirnos con sus brazos abiertos como sus hijos pródigos. La iglesia peregrina está llena de pecadores –arrepentidos. La iglesia purgante está llena de pecadores que no alcanzaron pero están purgando y logrando su santidad. Y la celeste está llena de pecadores que lucharon minuto a minuto con valentía el combate espiritual.


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