martes, 8 de abril de 2014

Señor, escucha mi oración, que mi grito llegue hasta ti.


Sabréis que yo soy” (“El que Soy” Ex.3,14) sin embargo lo catalogaron de muchas cosas, y este pasaje se sospecha que tiene inclinaciones al suicidio. Los comentarios no dejan lugar para entender ni para reconocer quien es Él. Ese fenómeno de la crítica negativa, ¡cuánto daño hace! El juzgar a la ligera trae equívocos funestos. Hace progreso nuestra ceguera y sordera espiritual. Por tanto nos dice el Señor “donde yo voy no podéis venir vosotros”? ni sabemos de dónde viene, a que vino ni a donde va, tampoco a donde nos quiere llevar. El mensaje de Jesús, se hace difícil de entender, de obedecer y de seguir. Choca con la manera humana de conducirnos.

Ante la incapacidad para entender el sentido de la Palabra de Dios, Jesús establece la diferencia que hay entre sus interlocutores y él: “ustedes son de aquí abajo, pero yo soy de arriba; ustedes son de este mundo, pero yo no soy de este mundo”; es decir, hay una enorme distancia cualitativa. Por eso el mismo Dios vino para fuésemos con El.

El Señor vino como luz, no para condenar, sino para salvar y para cumplir la voluntad del Padre.(Jn. 12, 44-50) Por eso Jesús experimenta una frustración: "¿Para qué seguir hablandoos? Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me envió es veraz y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él” El levantamiento se refiere a la cruz, pero a una cruz que es, al mismo tiempo, el trono de la manifestación plena del misterio de Cristo (sabréis que Yo Soy), una cruz, por tanto, que es también fuente de salvación – relaciona el texto del evangelio de Juan con el del libro de los Números, que aparece como trasfondo: “Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado” era el antídoto contra el veneno de la serpiente. Ahora Jesús es sometido a ese levantamiento cruento por amor y para ser el antídoto del veneno del pecado que causa la muerte eterna. “Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy” En este tiempo de cuaresma el Señor nos invita a mirarle previamente para redimirnos desde la Cruz: "Jesucristo es nuestro pontífice, su cuerpo precioso es nuestro sacrificio que Él ofreció en el ara de la Cruz para la salvación de todos los hombres» (San Juan Fisher).

A cambio de las espinas del pecado,
que para nosotros la maldición cultivó (Gn 3,18),
en tu cabeza una corona de espinas ha sido colocada
por los obreros de la vid de Jerusalén (Mt 21,33s).

Arranca de mí las espinas del pecado
que mi enemigo plantó en mí,
y cura en mí la herida de la mordedura
para que los estigmas del pecado sean suprimidos.  --- (fragmento - San Nersès Snorhali)


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