lunes, 7 de abril de 2014

Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo.


Las lecturas de hoy nos presentan el pecado del adulterio y al mismo tiempo la misericordia de Dios. ”No quiero la muerte del malvado- dice el Señor-, sino que cambie su conducta y viva” Salvando los relatos de la pasión que leemos en Semana Santa, me parece que la historia de Susana, es el texto más largo de la liturgia de la palabra. Con esta lectura Es una manera de enfatizar el mensaje contenido en el nombre del profeta. Pues Daniel significa, “Dios hace justicia”. Y cae bien para nosotros hoy, cuando vivimos en medio de un mundo injusto, cuando estamos necesitados de la “justicia divina”. Un mundo necesitando de esa Luz que es Jesús, manifestada en sus enseñanzas y sus obras. Y para eso tendríamos que estar ahí, los que por el bautismo hemos sido incorporados a su vida.

La leyenda de Susana es como un símbolo de muchas historias actuales de explotación económica, de abuso sexual, de acoso psicológico, de negación de la libertad de expresión. La justicia de Dios es luz en la oscuridad de nuestros caminos. No es un ajuste de cuentas sino una lámpara que nos ilumina para poder ver. Pone la verdad al descubierto para que todos, los que producen las injusticias y los que las padecen, podamos ver con claridad y, de esta manera, emprendamos el camino que conduce a la vida. Jesús dice: "El que me sigue no camina en tinieblas". Y el salmista canta: "Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo porque tú vas conmigo".

Todos nos parecemos a la mujer del Evangelio. Todos merecemos la muerte para que no prolifere el mal. Pero la reacción del Señor es llevarnos a todos a la penitencia y a la conversión; por esto el sentido de la Cuaresma que nos convoca a dar la cara ante Dios, capaces de enfrentar nuestra realidad débil para mirar al Señor en el madero de la Cruz, para exponerle personalmente nuestros pecados en el sacramento de la Penitencia. Su respuesta será: «Tampoco yo te condeno... En adelante no peques más». Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que relativizamos su divina voluntad y su infinita misericordia.


 

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