martes, 3 de junio de 2014

Completo mi carrera, y cumplo el encargo que me dio el Señor Jesús.


Las lecturas de hoy nos muestran el sentido estricto del cumplimiento de la misión encomendada. Nuestro Señor Jesús cumple a cabalidad la misión conforme a los planes de Dios y san Pablo el anuncio encomendado por el Maestro. Para ello, como podemos verlos, no es fácil, siempre abra opositores y quienes resientan molestos porque siempre los criterios de Dios, no son los nuestros; sin embargo Dios da la fuerza necesaria para anunciar sus criterios por la salvación de las almas, a las que Dios tanto ama, pero son ellas mismas que se oponen por la complacencia de su estado en la materia. Para aquel que tenga la valentía de anunciar la salvación, a pesar de nuestra miseria y pecado, Dios le da la paz interior, mientras que el mundo habla de otro tipo de paz y así se la figura, porque no conoce la verdadera paz providente.

El cumplimiento de la misión conlleva riesgos, cansancio y oposición. Por tanto para el anuncio se requiere valentía, entrega y fidelidad. Valentía para sobreponerse a los que quieren las cosas a medias, con relativismo cómodo. Entrega, que no es lo mismo que entusiasmo de un día, que puede provocar el aplauso y un reconocimiento efímero. La entrega de toda la vida tiene la eficacia del grano de trigo enterrado, que germina para dar fruto. La fidelidad. Que lleve a decirnos a nosotros mismos como dice san Pablo, Lo que me importa es completar mi carrera, y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es gracia de Dios.

Nuestro Señor Jesús nos dice en el pasaje de las bodas de Canaán, “aun no ha llegado mi hora” pero ahora después de la misión cumplida, nos dice “ha llegado la hora” hora de la glorificación y de la eficacia máxima. En este discurso de despedida con una oración de petición y para dar gloria al Padre por sus discípulos de todos los tiempos. Ellos seguirán en el mundo pero no son del mundo, como tampoco lo es el Reino de Dios; serán vistos como soberbios, como extraños en el mundo, y por ello mismo su presencia resultará turbadora y amenazante para los criterios, complacencias y tendencias; para los sistemas de opresión y dominación y toda conducta adoctrinada por el maligno para la perdición de las almas.




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