martes, 10 de junio de 2014

Haz brillar sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro.


Quisiera que los dones del Espíritu Santo no solo se hayan visto el día de Pentecostés, sino que se lleven a la fidelidad, puesto que depende ella el Espíritu Santo los conserva y los aumenta.”Si somos fieles en lo poco se nos dará más”. Retengamos con fidelidad y profundidad el don de: Inteligencia (Entendimiento). Que es una gracia para comprender la Palabra de Dios y profundizar las verdades reveladas. Hoy en la primera lectura encontramos la figura de Elías. Cuyo nombre permanecerá como el más grande entre los profetas. Cuando Jesús se transfigure (cf. Mc 9,2), Elías estará a su lado. Frente a la infidelidad idolatra de todo su pueblo, “entiende” lo que el Señor quiere y se dispone a obedecerle. Se siente responsable de la causa de su Dios y actúa sin esperar que otros hayan empezado. (Stg. 5,17) lo presenta como modelo de fe. Y

Vosotros sois la luz del mundo”. Aquí, en las palabras "Vosotros sois la luz del mundo", se encuentra todo un programa de vida. Sin que tengamos que hacer cosas extraordinarias. O de someter a nadie. La tarea es simple pero con profundidad, se trata de reflejar la luz a través de un rostro encendido en la Luz que es Cristo (Yo soy la luz). El objetivo de ser luz lo expresa bien Jesús: “Que den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.” Sólo refleja luz que ilumina, quien está recibiendo la Luz divina. Por eso no todos los esfuerzos misioneros, dan buen fruto.

Jesús nos ha pedido que encendamos nuestro pequeño cirio en el gran cirio que es Él, es decir que recibamos de Él la gracia para ser dóciles al Espíritu Santo, que es quien tiene el poder iluminador. “En adelante el Espíritu Santo, el Intérprete que el Padre les va a enviar en mi Nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho.” (Jn.14, 26) Como esa luz que nos corresponde reflejar no es propia, es satelital, por tanto se hace difícil creer.

Es por la gracia, es el Espíritu Santo el “dador de vida” quien nos capacita y es quien penetra en el alma del próximo, no son nuestras simples palabras que llegan solo hasta el oído hueco del pecador, del que no tiene el don de “entendimiento” de nada sirve luchar por sí mismos, nuestras fuerzas no son capaces de vencer el poder de la muerte que causa el pecado, como bien nos lo quiere decir el Señor en la metáfora de la sal y la luz. ¿Para qué la sal que no da sabor?, ¿para que la luz que no ilumina? De manera pues que debemos ser servidores fieles del Espíritu Santo para ser constructores de una nueva sociedad en una nueva forma de pensar para poder ser y servir.


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