jueves, 12 de junio de 2014

“Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”


Aquí empiezan las oposiciones: “Ustedes han escuchado, pero yo les digo..” Todos los cristianos, por el hecho de estar bautizados, gozan y participan de la consagración sacerdotal de Cristo, tal como nos dice el Ritual del Bautismo. Sin embargo Jesús fue un laico, no formó parte de la casta sacerdotal, con la que, por otra parte, chocó abiertamente, tanto, que ella misma le condenó a muerte. Vino a rectificar el sacerdocio conforme a la voluntad de Dios.

Nuestro Señor Jesús no cuestiona las exigencias de la Biblia ni se contenta con hacer un comentario de las mismas; la ley de Cristo es un llamado a la purificación del corazón, es decir, a enderezar las intenciones y deseos. Es una nueva lucidez que nace de la mirada puesta en Dios. Cuando nos volvemos hacia el Padre (y esa es la gran novedad: imitar a Dios-Padre: 5,48 Por su parte, sean ustedes perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el Cielo.) descubrimos cuán imperfectos son los criterios humanos en cuanto a la legalidad.

Nuestro Señor nos invita a cuestionarnos, como parte de nuestra conversión, como reflexión para cambiar la manera de pensar para cambiar la manera de actuar, como buenos cristianos. Nos invita a perdonar por amor y no por miedo o estrategia. “vete antes a hacer las paces con tu hermano; después vuelve y presenta tu ofrenda.” Por respeto, tolerancia, sinceridad, por legalidad ¡qué grande y hermoso es el amor de Dios! Que nos capacita para poder amar al hermano de esta manera.

Y a la vez el Señor nos amonesta: si no es de esta manera no estamos en el camino de la santidad, aunque no estemos en estado de condenación, si tendremos un castigo hasta pagar toda deuda de amor, de fraternidad, de hermandad. El Señor pone tanta importancia al perdón por amor que va por encima de cualquier valor material en ofrendas, porque un corazón arrepentido adquiere la dignidad de Dios. Pensemos por un momento la importancia y la necesidad de perdonar en nuestro medio impregnado de odio, de violencia, de mentira, de engaño, de ambición y de soberbia.


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