lunes, 16 de junio de 2014

Atiende a mis gemidos, Señor.


Toca las lecturas de hoy, con lo que tiene que ver con la gente que lo quiere todo sin mucho esfuerzo, Algunos movidos por su necesidad pero en la mayoría son los quieren un poco más de lo han logrado. Por tanto el salmista nos recita una súplica a Dios para pedir su divina protección. Nuestro Señor Jesús nos da unas líneas de conducta para adoptarlas en vez de entrar en el choque y en el desamor. Aunque para alguien puedan verse como un absurdo, el Señor nos aconseja que más bien perder algo de lo material que entrar en conflictos, que muchas veces resultan irreparables.

Nos indica que antes se tenía tal o cual conducta, como en el caso del “ojo por ojo, diente por diente”. La ley llamada del talión, establecida en (Ex 21,23-25), quería poner freno a la venganza, esa fuerza negra que sigue haciéndose sentir terriblemente, incluso entre quienes se dicen cristianos. Pero el Señor nos quiere conducir por la línea sin violencia, la verdadera justicia no consiste solo en castigar al que hace mal, sino más bien en corregir, en educar y perdonar. Que no es dejar las cosas como están, (como tolerancia del mal) por el contrario, es actuar para que quien este en el error, comprenda, cambie y rectifique su vida. El querer de Dios es la construcción una sociedad nueva con seres humano rectificados al bien, como ley que contiene y perfecciona todas las demás.

De esta manera, revela que hay algo más allá de la justicia equitativa. Y nos abre a la conducta de la misericordia. El opuesto o enemigo se desbarata al hacerlo amigo, así no se compartan sus conductas pero es mejor que declarar guerras. A propósito, el resultado de las elecciones de ayer en Colombia, nos dan una lección al respecto, pero también nos ha de llevar a un gran compromiso con responsabilidad, Colombia se merece el cese de los grupos armados al margen de la ley. Y para lograrlo, por un lado hay que seguir los consejos del Señor. Y por otro lado exigirle al gobierno en pleno el cese de la corrupción y que haya respeto al derecho, mas justicia social; no podrá haber paz donde reina la injusticia. Pidamos pues, a Dios que nos ayude y que con su poder y autoridad se haga una realidad el sueño de la paz.


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