miércoles, 4 de junio de 2014

Reyes de la tierra, cantad a Dios.


Pablo, despidiéndose de los responsables de la comunidad de Éfeso, les hace una sentida exhortación al cuidado de la comunidad, a la alerta frente a los “lobos feroces”, y al trabajo gratuito en favor de los necesitados. Esa misiva es actual para nosotros, si es que deseamos la salvación propia y la de los demás. Como discípulos del Señor, titulo otorgado en el bautismo, corresponde la escolaridad para hacer la misión pero conscientes de que tenemos un utensilio para llevar siempre, la cruz: donarse y donar gratuitamente lo que se nos ha dado gratis. Cargar con oposiciones, controversias, y hasta peligros.

Nuestro Señor Jesús despidiéndose de sus discípulos, en su discurso, que a la vez es oración de petición, ruega al Padre por sus discípulos de todos los tiempos. Para que no se pierdan, para que sean uno, tengan alegría, sean preservados del mal y santificados en la verdad, amparados contra lo que se opone a las cosas de Dios. “Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo.” Como podemos ver no es un consejo sino un mandato, si es así, no puede ser con un sentido de religiosidad, lo cual no contendria las exigencias de la fe. Cristo debe ser el Señor de mi vida, nosotros debemos comportarnos como sus servidores y no creer que Dios, sea quien está al servicio nuestro. Si servimos de corazón para el Señor, él nos colmara de alegría.

Jesús pide la unidad para sus seguidores. Pero no cualquier tipo de unidad, sino de la misma naturaleza que la que él mantiene con el Padre. Sólo esa comunión íntima, profunda, existencial, puede garantizar la fidelidad. “Por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad.» Ser testigos fieles y gozosos de la verdad y la unidad, en el mundo actual impregnado de mentiras, egoísmo, violencia, injusticia, tanto personal como estructural y colectivo. Pidamos, pues al Espíritu Santo que nos de sabiduría, para hacer todo bien conforme a las exigencias de la voluntad de Dios. Sabiduría que no es lo adquirido como conocimiento humano, sino el conocimiento divino como ciencia infusa.


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