martes, 17 de junio de 2014

"Misericordia, Señor: hemos pecado"


Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos”. ¿Qué podemos reprochar nosotros? Cuando Dios de un solo tajo nos corta los sentimientos de rencor, de odio y de venganza. Y por el contrario nos exhorta a “Amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen”. Qué manera y qué actitud tan distinta, que incluso puede llegar a chocar contra nuestros criterios, (del yo perdono pero no olvido) cuando guardamos resentimientos, deseos de venganza por el odio, sentimiento de ser mas que los demás, por la soberbia.

Nuestro Señor Jesús parte del supuesto de que todos tenemos “enemigos”. Por desgracia este supuesto lo confirma nuestra propia historia, unos más otros menos, pero hay alguien, de quien hemos tenido que apartarnos. Desde la historia incipiente de los dos hermanos –Caín y Abel-, llevamos inscrita en algún lugar de nuestras entrañas la incurable costumbre de enemistarnos. Viendo el Señor esta cruda realidad, nos propone lo inédito: “Atrévete a amar a quien ni te ama, ni se lo merece”.

Pero tú me dirás: “Mi enemigo me ha hecho tanto mal que de ninguna manera le puedo amar.” Tú miras lo que te hizo este hombre y no miras lo que tú has hecho a Dios. ¡Examina atentamente tu conciencia: tú has cometido sin darte cuenta muchas más faltas contra Dios que un hombre haya cometido contra ti. ¿Con qué osadía esperas, pues, que Dios te perdone lo mucho cuando tú no perdonas lo poco?”(San Cesáreo)

El Señor nos invita, por nuestro bien, a ir más allá de lo correcto, más allá de lo que la sociedad considera como un buen ciudadano o una buena persona, el Señor nos ha dado el ejemplo hasta el último momento, (en el calvario) “Padre perdónales porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34.) muchos hacen el mal sin meditar en lo que hacen, ni en el daño que causa; pero nosotros si lo sabemos que somos a imagen y semejanza de Dios, estamos hechos para la eternidad, precisamente porque somos espíritus que estamos, transitoriamente cumpliendo un estado humano como escolaridad para ser perfectos como nuestro buen Padre-Madre Dios es perfecto.


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