viernes, 6 de junio de 2014

El Señor puso en el cielo su trono.


Pablo dará su vida por un difunto llamado Jesús, que sostiene que está vivo. El Evangelio de hoy nos trae a colación el trasfondo de la triple negación, en el recurso semítico a la repetición enfática de la certeza del amor, en medio de la escena de dialogo entre nuestro Señor Jesús y san Pedro, junto al mar, donde el Señor quiere precisar la dirección pastoral de su iglesia por amor. El Señor quiere rehabilitar la autoridad de Pedro. La triple pregunta de Jesús y la triple respuesta de Pedro muestran una contrapartida simbólica de su triple negación. No es una respuesta de labios sino que el Señor quiere fundir de manera indeleble en el alma el modelo de directriz. No es que el Señor dude de Pedro sino que sea el amor el que perdure y en base a ese sentimiento se actué para apacentar y pastorear la comunidad misionera.

Para nosotros hoy día ¿Qué puede significar “apacentar los corderos/ovejas” quiere decir, por encima de todo, desear intensamente la salvación propia y la de los hermanos, hasta incluso dar la vida, no buscar el propio interés sino el de los más débiles. El tipo de directriz que Jesús propone a Pedro, es contrario al liderazgo que solemos asignar hoy día a nuestras comunidades. “Efectivamente cuando Cristo le confiaba sus ovejas como a sí mismo, quería que se hiciera sólo uno con él. El Salvador sería la Cabeza, Pedro representaría el cuerpo de la Iglesia (Col 1,18)... Así, pues, para poder encomendar a Pedro sus ovejas, sin que con ello pareciera que las ovejas quedaban encomendadas a otro pastor distinto de sí mismo, el Señor le pregunta: “Pedro, ¿me amas?” Él respondió: “Te amo”. Y le dice por segunda vez: “¿Me amas?” Y respondió: “Te amo”. Y le pregunta aun por tercera vez: “¿Me amas?” Y respondió: “Te amo”. Quería fortalecer el amor para reforzar así la unidad” (san Agustin).


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