lunes, 17 de diciembre de 2012

Ven, Señor, rey de justicia y de paz


Jesús es hijo de Abraham, padre de los creyentes; también es hijo de David, tal como debía ser el Salvador prometido a Israel. Esta lista del linaje llega hasta José, que fue padre adoptivo de Jesús. Esta paternidad adoptiva era suficiente para que Jesús fuera, como José, “hijo de David”. En Lucas 3,23 se lee una genealogía más amplia de Jesús que se inicia ¡con Adán! Ambos documentos están indicando de este modo que el Salvador se hace la flor y el fruto de la raza elegida (Is 45,8). Jesús se arraiga en la humanidad al cabo de siglos de una historia marcada por la oscuridad del pecado y también por la luz de la esperanza.

Jesús la "Esperanza de las naciones" ¡Tú eres el esperado de las naciones! (cf.Gn 49,10) Los que te esperan no quedarán confundidos. Nuestros padres te esperaron; todos los justos, han esperado en y confiado en el Señor; y no han sido defraudados (cf Sal. 21,5)... El pasaje de hoy encontramos en la genealogía a reyes, profetas, prostitutas, militares, gente santa y no tan santa. Con ello quiere indicar de una forma didáctica que el evangelio de Jesús es de carácter universal, que está destinado a todos los seres humanos de todos los tiempos, y que la salvación es para todos sin ningún tipo de distinción. Con la seguridad de que el primer advenimiento traería el precio de nuestra redención, y la Iglesia espera segura que su segundo advenimiento que traerá la recompensa con poder, poniendo el fin del pecado; esta esperanza que sobrepasa todo lo terreno, para el gozo de sus promesas y sus bienes eternos.

Entramos en la celebración del advenimiento en la mayoría de familias y comunidades cristianas; y por tradición y resumiendo, estamos llamados a adoptar ante el Espíritu Santo el concepto de la docilidad. Ser sensibles a lo que el Espíritu divino promueve a nuestro alrededor y en nosotros mismos: los carismas que distribuye, los movimientos e instituciones que suscita y los afectos y decisiones que hace nacer de nuestra alma.

Reconozcamos el sentido verdadero de la novena a Dios niño bajado del cielo, quiso mostrarnos que siendo dueño de todo, no poseyó nada; ni siquiera un lugar digno ara nacer. Con ello nos quiere mostrar la humildad que debemos practicar. El humilde espera en el Señor, en el silencio de la Cruz: (Lc 23:28) “Jesús, volviéndose a ellas, les dijo: -Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos”. El Señor veía la vanidad y el modernismo de esta humanidad que transita en la oscuridad.


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