jueves, 13 de diciembre de 2012

El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad


La aridez del desierto en nuestro caminar, la aventura al fracaso, la tristeza, el llanto, la desesperanza y, en fin, todo lo opaco y negativo que acompaña al hombre, parece aniquilarlo; pero si confía en el poder y la misericordia de Dios, su futuro se convertirá en otra realidad completamente distinta; Dios hace su obra sin que la percatemos y nos devuelve la esperanza.

Los cambios de lo negativo a la verdad, los cambios de la oscuridad a la luz, la conversión del pecador a la entrega a Dios para hacer su divina voluntad. Da pie a una lucha violenta, salir de un estado cómodo y pasar a la humildad que es completamente opuesto, requiere una violencia, se manifiesta una violencia en el ser. Como seres espirituales, la lucha y la violencia se da en forma espiritual. Imaginemos una persona acostumbrada a mentir, aun sin necesidad – y que quiere cambiar su manera, como opción definitiva – tiene por antonomasia que violentar su manera de ser, tiene que violentar su persona carnal, para dejarse moldear por la verdad que viene de Dios y es el Espíritu Santo quien obra allí, nosotros solos no lograremos erradicar los vicios.

Nuestro Señor Jesús nos habla sobre san Juan el Bautista, sus elogios resaltan la misión profética del embajador, como Elías contenido en la profecía. “Éste es de quien está escrito: "Mira que yo envío a mi mensajero delante de ti, para que vaya preparándote el camino". Y seguidamente lo exalta: “En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer nadie mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él” En la tierra no hay uno mayor que el Bautista. Pero al mismo tiempo en que hablaba el Señor, sin embargo uno de los más pequeños ya instaurado en el Reino de los cielos, era mayor que éste.

Quería nuestro Señor hacernos caer en la cuenta que la salvación y pertenecer al Reino de los cielos, es lo mas grande, lo mas valioso e incomparable que puede acontecerle a la persona. Que las posturas del poder, del tener y de la fama, llevan a la soberbia y que no tienen ningún valor trascendente; las energías humanas provienen de lo terreno, de la oscuridad, de la falsedad. Dios y lo que El quiere para nosotros, es completamente distinto. “Esforzaos para entrar por la puerta angosta, porque muchos, os digo, intentarán entrar y no podrán” (Lc 13,24).


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