viernes, 14 de diciembre de 2012

El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida


En la primera lectura, el profeta proyecta una mirada al pasado de Israel y el Señor le muestra el parecido a la perdida del paraíso y a la esclavitud de Egipto. Si hubieran obedecido, se habría realizado el deseo de Yavé de colmarlos de sus bendiciones y se habrían verificado las promesas de Dios. Vendrá pues, su nueva intervención como Redentor, sacrificio divino extensivo a toda la humanidad. “¿qué es el hombre, para que de él te acuerdes, y el hijo de Adán, para que te cuides de él?” (Sal 8:5) A manera de amonestación es para nosotros hoy muy actual, ya que ponemos nuestra mirada en cualquier cosa, le creemos a cualquiera por su elocuencia, seguimos dioses falsos, ideologías que nos alejan de la luz y la verdad, que nos hace torpes. Y no acatamos la sabiduría de Dios.

Nos dice san Pablo: (Rom 1:22) “presumiendo de sabios se hicieron necios” Instalados en un conformismo religioso no aceptamos a Juan que nos invita a la conversión, ni a Jesús, el amigo liberador. No queremos aceptar el reinado de Dios en nuestro ser, vemos como una carga el compromiso, la entrega, la obediencia, la fidelidad; no queremos concientizarnos de su grandeza, de su poder, de sus promesas y de su amor infinito. Le cantamos y le bailamos al demonio mudo y astuto personalizado en la falsedad, el escándalo, la dispensación y los vicios. De ahí la desconfianza, la desesperanza y la falta de fe.

Cuantos de nosotros hemos leído o escuchado los mismos pasajes del Evangelio de hoy y como que no nos dice nada, como que es para los demás. Donde esta la respuesta que debemos dar a nuestro Creador, a quien todo lo puede, a quien sostiene mi vida, a quien me da la gracia de todo bueno lo que acontece en mi y en los míos. Si bien es cierto que el Señor hoy amonesta la falta de fe, también es una realidad nuestra ingratitud con Dios. Si empequeñecemos (humildad) podremos acoger al “pequeño Dios” en este adviento, sin dejarnos contagiar del paganismo que distrae la verdadera esencia de este tiempo en que Dios quiere hace presencia en nuestro corazón.


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