miércoles, 19 de diciembre de 2012

Que mi boca, Señor, no deje de alabarte


En esos tiempos poco se decía de los niños. Pero el Evangelio quiere contar la historia de Juan el Bautista, que aconteció en el tempo en medio del culto. Es quien va a marcar el fin de lo antiguo, tiempo de promesas y el cumplimiento con la venida del protagonista de la obra quien es nuestro Señor Jesús. Será el "más grande nacido de mujer". Es así como san Gabriel anuncia que Juan, “será grande ante el Señor. No beberá vino ni licor, estará lleno del Espíritu Santo ya desde el vientre de su madre y convertirá a muchos de los hijos de Israel al Señor su Dios; e irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías" para convertir los corazones de los padres hacia los hijos", y a los desobedientes a la prudencia de los justos, a fin de preparar al Señor un pueblo perfecto” Juan Bautista “estará lleno del Espíritu Santo ya desde el vientre de su madre” no será una reencarnación de Elías sino un profeta a su imagen. “Abrirá el camino al Señor”, como el heraldo que precede a su señor, a nuestro Señor Jesús.

Isabel no podía tener familia, aunque Zacarías había deseado un hijo, ya no lo esperaba. “Los dos eran justos ante Dios y caminaban intachables en todos los mandamientos y preceptos del Señor”; también pedía a Dios la salvación que había anunciado a su pueblo y el Ángel viene a decirle: “No temas, Zacarías, porque tu oración ha sido escuchada” el embajador le trae la buena nueva donde Dios le va a conceder ambas peticiones. Porque nada hay imposible para Dios.

Los “nazireos” del pueblo judío eran quienes se consagraban a Dios, separándose del mundo por algún tiempo, no se cortaban el cabello ni consumían bebidas alcohólicas. San Juan seria uno de ellos desde el seno de su madre hasta su muerte, como había sido el caso de Sansón (Jue 13,3). Seria además modelo de austeridad. Dios tiene su propia manera de hacer historia, no desde lo más «importante» para el mundo y la sociedad, sino desde los que no cuentan para nada ni para nadie. Dios quiere hacer el milagro por amor a nosotros, sus criaturas. Sin embargo por el medio en que vivimos se asoma muestra incredulidad, la desconfianza y falta de fe, falta de docilidad a Dios. Para muchos aun no creemos la venida del Hijo de Dios como la salvación del género humano. Con todo esto Dios quiere nuestro cambio, para no correr la suerte de la mudez de Zacarías.


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