jueves, 20 de diciembre de 2012

Del Señor es la tierra y lo que ella tiene


María y la Palabra. «María», símbolo de una porción de humanidad que pese a las situaciones históricas de marginación, rechazo y abandono; confía, espera y está abierta al querer divino. «La Palabra», Dios, que se pronuncia pero no en el «centro» donde todo parece que está dicho y decidido, porque viéndolo bien, Dios mismo ve que allí no hay cabida para Él; la Palabra que obra sin violentar la libertad del creyente, induce a una adhesión y aceptación gozosa de la voluntad divina. María no esta fuera de Dios y recae sobre ella las palabras de los profetas, que afirmaban que Dios sería acogido por la virgen de Israel.

María la llena de gracia, que es mucho más que la amada, la favorecida. A ella el ángel revela la identidad y la misión del hijo que va a concebir. Primero lo expresa con las imágenes del Antiguo Testamento con los anuncios de personajes famosos, después, cuando contesta a María, declara el misterio de Dios Trinidad. María lo llamará Jesús, que quiere decir Salvador. El Mesías, hijo de Dios: será grande, sin más, y no grande ante Dios como se dice de Juan Bautista (1,15). Gobernará al pueblo de Jacob, o sea, de Israel: (cf. Is 7,16; 9,6; Mi 5,2).

El texto dice: “Cómo puede ser esto si no conozco varón”. Conocer tiene aquí el sentido de tener relaciones. Para María las palabras del ángel significan que va a concebir inmediatamente, y ahí es cuando adquiere todo su sentido el título de virgen. Esta virginidad de María después de la concepción de Jesús, cabe recordar que “María siempre virgen” Porque la encarnación del Hijo es obra del Espíritu Santo, que penetra el alma como la luz pasa por medio del cristal, sin romperlo ni mancharlo. Se podría preguntar sobre las relaciones mutuas de María y de José, pero lo único cierto es que ella concibió en ese mismo momento por el Espíritu Santo. Todo se vuelve más transparente y entendible si se piensa que María ya se había reservado para el Único; para que en ella se realizase su alianza definitiva con los hombres, no puede pensarse que María volviera atrás hacia un amor humano, aun cuando fuera José, un perfecto siervo de Dios. Decisión extraña en la mentalidad judía y la nuestra, pero también es cierto que el Evangelio se ha manifestado en todas las épocas por decisiones nuevas y muy sorprendentes. A través de la historia los juicios eternos de Dios se han realizado gracias a la libre respuesta de aquellos a los que llamó.

EVA se cambia en AVE - Dios Hijo ha querido descender a la humildad para hacer la voluntad del Padre. Y no es en el valle donde se paseaba a la hora de la brisa para hablar con Eva, madre de nuestra desgracia; sino en la bienaventurada María, madre de la gracia de Dios. Tal como el Señor suele actuar, María que es la escogida para traer al Salvador al mundo. El acontecimiento más grandioso para la historia de la Humanidad. «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). María quebranta su voluntad exponiéndose a las consecuencias humanas, no hace su voluntad. No es tan sólo un sí al mensaje del ángel; es un ponerse en todo en las manos de Dios, con integridad se dispone a hacer la voluntad de Dios, un abandonarse confiadamente a su providencia entrañable; este sí es permitir que Dios obre su divina voluntad ahora y en todas las circunstancias.


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