martes, 11 de diciembre de 2012

Dios no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños


Dios nos ama con ternura particular a todas sus criaturas, con amor puro y mayor que el podamos sentir nosotros, al reconocer este divino atributo de Dios, apartemos y renunciemos a nuestra soberbia y dejémonos amar por nuestro Creador. A esto va dirigida la actividad precursora de Juan Bautista (Mar_1:3; Mat_3:3; Luc_3:4; Jua_1:23). La alegría más grande para los desterrados es saber que Dios mismo está preparando el regreso, que Él mismo allana el camino. Las obras de Dios siempre contienen la verdad, sólo la Palabra de Dios subsiste por siempre.

Nuestra sociedad esta imbuida de palabras, ¿cuál de tantas es la Palabra de Dios? Precisamente el Señor utiliza las comparaciones pastoriles para que nos confundan tanta palabra del presente, que no es otra cosa que la trama del engaño. Es el mismo Señor el buen pastor quien realiza la acción pastoril, rescatando, pastoreando y acompañando. (12-14).- (cf. Jn.10, 7-18). También, la imagen del pastor y su rebaño ha sido fuente de inspiración de muchos. (cfr. Jer_23:1-6; Ez 34),

Es Dios quien va en búsqueda de la oveja perdida. Por tanto no es un Dios excluyente. Quienes despreciamos su ofrecimiento amoroso, por libertinaje, somos nosotros. Dejar las noventa y nueve ovejas para ir en busca de la perdida hasta encontrarla, cargarla sobre sus hombros, alegrarse por su encuentro y participar su alegría para que haya fiesta en el cielo. Amar a la persona perdida no es dejar de amar a las otras que están en fidelidad, sino garantizarles amor si llegaran a perderse, signo de perdón y de comunión. Pero tampoco se queda su acción solo en el saber que le despreciamos su ofrecimiento, siempre espera, una y otra vez espera a quien ha de regresar para colmarlo de amor. (cf. Lc.15, 20)

Como cristianos católicos, como testigos de Cristo debemos concientizarnos que la fraternidad, el apostolado y el pastoreo se construyen desde la paternidad de Dios, que nos impulsa a ir en busca de la persona extraviada, incluso la perdida – la engañada. Que no es algo propio, ni para gloria personal, sino que estamos cumpliendo la voluntad del Padre que «no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños» (14). Siempre se corre el peligro que alguien se vaya extraviando hasta perderse, lo vemos después de la primera comunión, de la confirmación, del matrimonio, del orden (…) (¡que responsabilidad tan grande esta sobre nuestros hombros¡ - ¿donde puede quedar nuestra fe?)

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"Vuestro Padre que está en los cielos no quiere que ni uno de estos pequeños se pierda". Tú, Señor, me sacaste de los lomos de mi padre; tú me formaste en el vientre de mi madre; tú me diste a luz niño y desnudo, puesto que las leyes de la naturaleza siguen tu mandatos.
Con la bendición del Espíritu Santo preparaste mi creación y mi existencia, no por voluntad de varón, ni por deseo carnal, sino por una gracia tuya inefable. Previniste mi nacimiento con un cuidado superior al de las leyes naturales; pues me sacaste a la luz adoptándome como hijo tuyo y me contaste entre los hijos de tu Iglesia santa e inmaculada.
Me alimentaste con la leche espiritual de tus divinas enseñanzas. Me nutriste con el vigoroso alimento del cuerpo de Cristo, nuestro Dios, tu santo Unigénito, y me embriagaste con el cáliz divino, o sea, con su sangre vivificante, que él derramó por la salvación de todo el mundo.
Porque tú, Señor, nos has amado y has entregado a tu único y amado Hijo para nuestra redención, que él aceptó voluntariamente, sin repugnancia; más aún, puesto que él mismo se ofreció, fue destinado al sacrificio como cordero inocente, porque, siendo Dios, se hizo hombre y con su voluntad humana se sometió, haciéndose obediente a ti, Dios, su Padre, hasta la muerte, y una muerte de cruz
”. (San Juan Damasceno.- 675-749)


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