martes, 18 de diciembre de 2012

¡Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente!


Jeremías se dirige a los pastores y guías de Israel que no habían cumplido su misión como lo exigía su oficio: en lugar de congregar, dispersaron; en lugar de apacentar, desparramaron; en lugar de salvar al rebaño de las fieras, ellos mismos fueron unas fieras que devoraron a las ovejas. ¡Ay de esos pastores que pierden y dispersan! Pero Dios prepara para su pueblo un pastor que cuidará de las ovejas. La imagen del verdadero pastor encarnada en Jesús de Nazaret la encontramos en Jn_10:11. “Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por sus ovejas

La cadena de generaciones finaliza, José es apenas es padre putativo y no tiene hijos propios. El nacimiento de Jesús es el último eslabón, no uno más, sino único, definitivo y extraordinario: un nacido de «virgen» preservada por Dios por obra sobrenatural divina. La maternidad de María no es obra de José, sino del Espíritu Santo. María estaba comprometida. En el pueblo judío esta situación era parecida al noviazgo de hoy, la diferencia era el respeto que se debían mutuamente y tenia una duración de un año o mas; la mujer seguía viviendo en casa de su padre y bajo su autoridad. Toda mujer debía pertenecer a un hombre, ya fuera su padre, su esposo, o su hijo, en caso de las viudas. Ahora bien, muchos sentimientos encontrados debieron pasar por su cabeza; uno de ellos, denunciarla públicamente; pero en principio quiere “repudiarla en secreto”. Como podemos ver en la lectura, en José acontece un sentimiento mas profundo, Dios había fundido en su alma el deseo de cumplir su divina voluntad, que hace en el la “vocación” al servicio del misterio de la salvación. Simplemente la paternidad adoptiva de José encubre y protege un misterio. Se convierte en el padre legal del hijo de María, iniciará su misión, con los cuidados y le pondrá por nombre Jesús, le colmara del amor paternal, hasta el fin de sus días.

Dios es respetuoso de nuestra libertad, María tenía la opción de aceptar o rechazar el plan de Dios. Igual José. Pero Dios conoce a sus criaturas vio en ellos la humildad; no solo pide permiso para que contribuyamos con sus planes, también nos da la gracia y la fuerza para hacerlo con heroísmo. Dios quiso hacerse uno como nosotros, necesitó unos padres; también necesitó el valor de sus padres quienes tuvieron que esforzarse para defender la vida del “pequeño Redentor”.


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