Los paisanos del Señor, conocían los orígenes y a sus parientes; pero desconocían
el verdadero origen y parentesco más hondo, más radical, nunca supieron definir
la concepción de que “Por él se hizo todo, y nada llegó a ser sin él.” (Jn.1,
3) No supieron acoger los signos que suministraba los antecedentes como anuncio
de esa verdad. Tanto se había acostumbrado el pueblo elegido a que Dios siempre
que se desviaba, Él venía en su rescate. Es igual hoy día, nos extraviamos por
caminos oscuros y Dios en su infinita misericordia va y, de una manera u otra, nos
suministra la luz para volver al camino; pero que tampoco, en la mayoría de los
casos, caemos en la cuenta que es Dios el artífice. Somos incapacitados para
decir de conciencia y de corazón, como Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo del
Dios vivo.»(Mt.16,16 ».
El mismo nuestro Señor Jesús nos da la clave para poder entender y
adquirir sabiduría: «Felices los que tienen el espíritu del pobre, porque de
ellos es el Reino de los Cielos.” (Mt.5,3) los que son capaces de despojarse de
todo lo que está contra la voluntad de Dios, los que logran empobrecer su
conciencia de las cosas del mundo y enriquecerse con la sabiduría de Dios. El
mismo Nuestro Señor Da gracias al Padre porque así lo quiso: «Yo te alabo,
Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas
a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre,
pues así fue de tu agrado." (Mt. 11,25) De manera que el camino de Jesús no es
de triunfalismos o de vanaglorias, es de aceptación por la fe y lleno de
esperanza, porque conduce a la vida – basado en el amor, “El que no ama no ha
conocido a Dios, pues Dios es amor.” (1 Jn.4,8)
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